Publicado: Mié, 04/06/2014 - 10:11
Actualizado: Mié, 04/06/2014 - 10:11
Aunque cada dos por tres se publican listas de alimentos para combatir el cáncer con el argumento de que los ajos y las cebollas son “potentes antiinflamatorios y antisépticos naturales”, que la leche no es buena y que las setas “son utilizadas en Japón por algunos oncólogos”, José Luis de la Serna, el enviado especial del diario “El Mundo” a la reunión científica que celebra en Chicago la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO), ha constatado que los especialistas no están por la labor de apoyar remedios folklóricos para tratar una enfermedad tan grave.
Aunque llevar una mala alimentación, fumar tabaco o no practicar actividad física influyen en la aparición de tumores “no hay ninguna dieta anticáncer”, como se encargó de afirmar con rotundidad el doctor Andrés García Palomo, jefe de Oncología del Hospital de León, el pasado año con motivo del Día Mundial del Cáncer, tras reseñar que los libros publicados al respecto no contienen más que valoraciones interesadas. “Lo único que conocemos con absoluta seguridad”, afirmó este médico, “es que los pacientes que ganan peso después del tratamiento tienen más riesgo de recaer”.
Sin embargo, por tratarse de una enfermedad que sume en la desesperación a quien la padece (y lo mismo a sus familiares y amigos), no dejan de aparecer particulares que vociferan haber encontrado un “remedio natural” para prevenir o curar el cáncer relacionado con un alimento o con la restricción de otros que misteriosamente había pasado desapercibido para la comunidad científica.
En este sentido, el artículo que publicó José Luis de la Serna en “El Mundo” el pasado martes 2 de junio puede considerarse modélico por abordar esta cuestión de forma rigurosa. A título informativo, De la Serna es un médico especialista en Medicina Intensiva que hace veinte años se pasó al periodismo médico. A continuación reproducimos los últimos párrafos de la crónica que envió desde Chicago:
(…)¿Qué papel, a la luz de los conocimientos actuales, tienen los alimentos en el aumento o disminución del riesgo de padecer un cáncer? El doctor Jeffrey Mayerhardt, del Dana Farber Cancer Institute de Boston (una de las mejores instituciones del mundo en la especialidad), ha revisado en profundidad en una presentación llevada a cabo en la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO) las realidades y los mitos de las dietas para evitar o combatir el cáncer.
Su conclusión es clara. No hay dietas milagrosas, ni alimentos malditos o geniales. No hay aún un solo estudio controlado que sea concluyente. Lo mejor que se debe aplicar cuando se habla de dietas y cáncer es el sentido común y tener conocimientos claros de qué tipo de alimentación en general es la más adecuada.
Mayerhardt lo expuso de una forma sencilla: "el mayor factor de riesgo de cáncer relacionado con la dieta no es un determinado alimento sino la obesidad", dijo. Los estudios de observación han dejado muy claro que el aumento de peso, la adiposidad fundamentalmente, se relaciona con un riesgo elevado de padecer determinados tipos de cáncer. Hay datos epidemiológicos sólidos que apoyan que el consumo excesivo de alimentos procesados o de carnes rojas también se relaciona con el riesgo de cáncer.
Aunque parezca difícil de creer, no hay datos concluyentes que avalen que el consumo elevado de frutas y verduras per sé disminuya la incidencia de cáncer. Asimismo, no hay una sola vitamina o suplemento alimenticio que sirva para ese propósito.
El experto de Boston opina, con bastante sentido, que un consumo frecuente de frutas y verduras –alimentos con alto contenido en fibras y agua, de alto poder sacianteprobablemente contribuye a mantener a raya la báscula. Y si no hay sobrepeso, y el porcentaje de grasa total es discreto, el riesgo de padecer cáncer también baja.
Mayerhardt dejó asimismo constancia del peligro de consumir demasiados hidratos de carbono refinados (el azúcar es el paradigma). Una costumbre que dispara la producción de insulina por el páncreas y favorece la resistencia a la hormona con los consecuentes efectos metabólicos dañinos. Por eso es importante tratar de sustituir los hidratos de carbono refinados por otros más complejos (integrales) que se digieren de una forma distinta y más beneficiosa.
La conclusión de los especialistas es clara: la obesidad favorece el cáncer sin duda alguna, el consumo excesivo de alimentos procesados y de carne roja no es bueno, las frutas y verduras tienen efectos beneficiosos probablemente por su alto contenido en agua y fibra y es mejor consumir hidratos de carbono complejos, con un poder glicémico más bajo, que refinados.
No obstante, dentro de algunos años la evidencia científica sobre cómo la dieta interactúa con el cáncer será mucho más sólida que la que ahora tenemos. Hay 550 estudios en marcha sobre el tema y a ellos se añadirán los 300 que se están realizando también sobre cómo influye el ejercicio físico en el riesgo de cáncer.
Las anteriores conclusiones están en línea con lo que publicó “Comer o no comer” en el artículo titulado “Una dieta sana previene (pero no cura) el cáncer” donde abundamos en la importancia de mantener un peso saludable e ingerir más alimentos de origen vegetal, entre otros factores.