Publicado: Lun, 04/03/2019 - 09:20
Actualizado: Lun, 04/03/2019 - 16:47
Hasta la fecha, la forma “nutricionalmente correcta” de contestar a esta pregunta –escribo en un reportaje de la revista “Buena Vida” titulado “Gordofobia: ¿qué hay detrás del odio a las curvas?”– consistía en indicar que la obesidad es una patología “multifactorial”. Pero, siendo cierto, hay algunas cosas que parecen haber influido más que otras.
Por ejemplo, no parece sostenerse que hayamos crecido tanto a lo ancho por engullir más cantidad de comida que nuestros padres y abuelos, en tanto la cantidad de calorías que ingerían ellos entonces –según se encargan de recordar diversas investigaciones– era superior a las que tomamos nosotros ahora. En España, por ejemplo, según el estudio “La dieta española: una actualización”, elaborado por el profesor Gregorio Varela-Moreiras, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo, la ingesta media de energía ha pasado de las 3.008 kilocalorías por persona y día que se consumían en el año 1964 a las 2.609 calorías del año 2012.
También se ha escrito mucho sobre que la culpa es de que ahora hacemos menos actividad física. No obstante, cada vez más voces señalan que el ejercicio, siendo crucial para tener buena salud, es mucho menos importante que la dieta a la hora de regular el peso corporal. Entonces… ¿qué ha pasado?
El diario británico “The Guardian” se aventuró a sugerir una respuesta el 15 de agosto de 2018: la principal razón de que hayamos engordado tanto es el tipo de comida que estamos ingiriendo desde el último cuarto del siglo pasado. Según hacía notar el mencionado artículo, los ingleses compran en la actualidad la mitad de leche fresca por persona que en el año 1976, pero cinco veces más yogur, tres veces más helado y (atención al dato) 39 veces más postres lácteos (natillas, flanes, mousses, etc.) También compran la mitad de los huevos que a finales del siglo XX (los datos son extrapolables, salvando las distancias, a muchos otros países europeos, como España), pero un tercio más de cereales de desayuno y el doble de aperitivos; la mitad del total de patatas, pero tres veces más de patatas fritas. Asimismo, aunque las compras directas de azúcar (de paquetes de azúcar, vamos) han disminuido drásticamente, es muy probable que el azúcar oculto que consumimos con las bebidas azucaradas y a través de los alimentos pre-cocinados se haya disparado en los últimos años. Así pues, cualquier mujer u hombre preocupado por haber engordado más de la cuenta en los últimos años, además de supervisar la cantidad de comida y la actividad física que realiza para “quemarla”, debería preocuparse también por la calidad nutricional de los alimentos que forman parte de su día a día, máxime cuando los últimos datos disponibles indican que en Estados Unidos, nada menos que el 87,5% de los ciudadanos presenta exceso de peso (la suma de sobrepeso y obesidad), una cifra que en España se sitúa entre el 60-65% de la población, pero que sigue aumentando alarmantemente…