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El ritual de cortarle las puntas al plátano porque allí, supuestamente, se acumulan los pesticidas y plaguicidas no tiene sentido

Actualizado: Mar, 29/04/2014 - 09:30

El ceremonial de cercenar ambos extremos al plátano para deshacerse de los pesticidas que, según es creencia generalizada en algunos círculos, se acumulan en los extremos de esta fruta, no tiene ninguna base científica.

Esta es la opinión de José Miguel Mulet, autor de “Comer sin Miedo” (editorial Destino)  y de “Los productos naturales ¡vaya timo!” (editorial Laetoli). Para Mulet esta leyenda que ha alcanzado una cierta popularidad en Alemania –y que ahora parece desembarcar en España– no tiene fundamento alguno. “Ahora mismo, no tenemos problemas con los restos de pesticidas en la comida, porque se lleva un control tan estricto que no queda nada”, señala este bioquímico, a punto de coger el avión que le llevará a Palma de Mallorca a presentar su último libro.

Tal vez el mito ha podido surgir porque en los extremos del plátano las células son más jóvenes, es decir, porque las células madres crecen por las puntas”, se atreve a especular este licenciado en Química y doctor en Bioquímica y Biología por la Universidad de Valencia. “Pero a nivel nutricional,  las puntas no suponen ninguna ventaja o desventaja reseñable”, señala en relación a la moda de los batidos verdes y a determinadas recetas que proponen utilizar las puntas, por ejemplo de los nabos, para obtener un plus de nutrientes.

“El mensaje que hay que lanzar a la población es que, según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la comida que consumimos actualmente no tiene restos de pesticidas a niveles preocupantes”, tranquiliza Mulet. “De entrada, un pesticida que no esté en la piel de la fruta no serviría de nada, además de no estar permitido”, recalca.

“Otra posibilidad es que este mito se relacione con una imagen visual: cualquier líquido que pongas en un plátano, por gravedad, se acumulará en la punta, lo que podría haber llevado a algunos a imaginar que los plaguicidas se acumulan en los extremos. Simplemente hay que hacer la prueba y mojar un plátano en agua para comprobar que acaba en los extremos”, anima Mulet para remarcar que se trata de una cuestión de física básica que, sin embargo, no guarda ni un remoto parecido con la creencia de que los pesticidas “chorrean” por la piel de la fruta hasta acabar depositándose en el polo norte y en el polo sur del plátano.

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