Publicado: Mié, 11/03/2015 - 09:20
Actualizado: Vie, 13/03/2015 - 13:30
Montserrat Jufresa es catedrática emérita de filología griega en la Universidad de Barcelona y autora de una veintena de libros sobre la Antigua Grecia. En la siguiente conversación con “Comer o no comer” esta prestigiosa experta explica el origen de diversos vocablos procedentes del griego, como “dieta” y “sibarita”, y comenta algunos de los hábitos que seguían sus ciudadanos. Asimismo, Jufresa detalla si los pitagóricos pueden considerarse un precedente del vegetarianismo, descubre cómo se alimentaban los dioses, los héroes y los atletas griegos, así como comenta posibles semejanzas entre la filosofía que animaba los huertos de los antiguos epicúreos y el auge que experimentan hoy los huertos urbanos.
Traigo anotado el siguiente párrafo que me gustaría contrastar contigo:
“El griego antiguo era madrugador: se levantaba normalmente al rayar el alba y hacía unos ligeros ejercicios gimnásticos. Después de lavarse con agua del pozo de la casa, el ateniense tomaba un desayuno, que solía consistir en algunos trozos de pan de cebada o de harina humedecidos en un poco de vino puro. También podía hacer una comida más abundante añadiendo unas aceitunas o higos.
Todo alimento sólido que se comía con pan durante una comida se llamaba opson: verduras, cebollas, aceitunas, carne, pescado, fruta... Las verduras escaseaban y eran relativamente caras en las ciudades, excepto las habas y las lentejas, que se comían sobre todo en puré. También se comía mucho ajo, así como queso y cebollas, sobre todo en el ejército.
La carne era rara, excepto la de cerdo, y los pobres de la ciudad sólo la comían de vez en cuando, con ocasión de algún sacrificio, pues casi todas las fiestas religiosas incluían escenas de matadero y terminaban en comilonas.
La mayor parte de los atenienses de la ciudad tenían que alimentarse más a menudo de pescado que de carne. El pescado, junto con el pan, era quizá el alimento esencial de la población urbana. Cualquier aumento del precio de las sardinas y de las anchoas de Falero preocupaba a la gente humilde, que temía verse privada de uno de sus platos cotidianos más apreciados. El mercado de pescado era uno de los más frecuentados del Ágora. A los atenienses también les agradaba el marisco, los moluscos, la sepia y los calamares.
La comida podía terminar con un postre consistente en fruta fresca o seca, sobre todo higos, nueces y uvas, o dulces con miel”.
¿Se ajusta a la realidad lo que acabo de leer?
En general, sí. Pero los griegos no comían mucho pescado. Lo comían los pobres y los que vivían junto al mar, porque en aquella época el pescado no se podía conservar más que en salazón, seco. Comían pescado los muy ricos y los muy pobres. Fundamentalmente, los antiguos griegos se alimentaban de cereales. El pan, el queso, las aceitunas, los higos y las salchichas eran algunos de los alimentos habituales de aquel periodo, porque los griegos eran frugales. Comían peras, manzanas, granadas, membrillos, uva e higos, y también algunas bayas. Por entonces, no existían tantos vegetales comestibles como hay ahora. Tenían lechuga, algo parecido a las acelgas, algo parecido a la cebolla, habas, lentejas, garbanzos. Los purés de legumbres constituían una de las bases de su alimentación.
Hasta donde sé, en la Antigua Grecia los cereales representaban el 80% del aporte calórico. ¿La palabra “pan” procede del griego?
No. El nombre del pan viene del latín panis, en griego se llama artos o maza, según de qué clase de harina está hecho o cómo está elaborado. El pan era la comida para todos. Fíjate que Homero señala que la condición humana se manifiesta al comer pan, porque es el fruto de la agricultura, de haberse hecho sedentarios después de ser nómadas. Para los griegos comer pan es consustancial a la naturaleza de hombre civilizado.
¿Qué era el opson?
Los alimentos que acompañaban al pan. Podía ser carne, verdura, queso, cebollas, ajos, aceitunas…el opson era el acompañamiento. La comida se componía de pan o maza y del acompañamiento u opson.
¿Y quién cocinaba?
Las mujeres de la casa, sobre todo las esclavas, eran las que cocinaban. En las casas había una sala para el simposio que era algo así como el comedor, mientras que las cocinas ocupaban una habitación muy pequeña, donde se encendía el fuego y ya está. Es a partir del siglo IV a. C. cuando empiezan a surgir cocineros y pasteleros profesionales.
Las mujeres también eran las encargadas de ir a recoger por la mañana el agua del pozo.
Así es.
¿Y cómo se comía?
Casi todas las comidas se tomaban con los dedos, pues evidentemente no conocían el tenedor. Las tortas planas de maza (que no llevaban levadura) se podían utilizar como platos, pero también había escudillas de madera, barro y metal para los caldos y purés. Muchos museos conservan escudillas. Normalmente, eran cuencos que podían ser de barro, de plata, incluso de oro. En las tumbas de los reyes macedónicos, que son del siglo IV, se han hallado unos ajuares de mesa que dejan boquiabierto.
Según tengo entendido, el plato que más tomaban los espartanos era el famoso caldo negro.
Si no recuerdo mal, era un caldo que llevaba sangre, vino y carne pero es un dato que me gustaría confirmar.
En realidad, señalan diversos artículos, la traducción ‘caldo negro’ no refleja plenamente el significado del término griego, que más literalmente designaba una ‘sopa negra’: un guiso de carne de cerdo, oscurecido por la adición de sangre y vino. Aunque no se ha conservado receta alguna, se cree que incluía también vinagre, para que actuase como emulsionante, evitando que la sangre del cerdo se coagulara durante la cocción. Según narra una leyenda, un hombre de Síbaris, una ciudad del sur de Italia famosa por su lujo y a la que nos referimos más adelante, dijo tras probar el caldo negro que entendía por qué los espartanos estaban tan dispuestos a morir…
Un alimento intermedio entre la comida sólida y la bebida era el kykeón
Era un alimento que tomaban los héroes en los poemas homéricos. Era vino, o agua, mezclado con harina y queso rallado. El kykeón era también la bebida que se tomaba durante la iniciación en los misterios de Eleusis, una localidad cercana a Atenas, donde estaba el santuario de las diosas Deméter y Perséfone. El kykeón era una bebida reconfortante que, seguramente, mezclaban con alguna droga que les llevaba a tener un sueño. La iniciación significaba adquirir un estado distinto después de haber practicado un ritual. Así, el rito de la efebía (de efebo) era la iniciación a ser adulto, lo que comportaba entrar en el ejército, con lo que se pasaba de golpe de ser un muchacho a un adulto. Pero también era posible ser iniciado en los misterios de algunos dioses. ¿Qué quiere decir que algunos dioses tenían misterios? Había una sabiduría inherente al culto de estos dioses a la que no podía acceder cualquiera, sino que exigía como condición previa participar en una ceremonia de iniciación en la cual se revelaban estos misterios, cosas que no se podían explicar. Gracias a esta bebida reconstituyente que mezclaban con alguna droga que, según ha trascendido, procedía de un parásito del trigo, se pasaban la noche teniendo sueños reveladores en los que relataban haber visto luces y situaciones extrañas. Ya por la mañana, asistían a una representación sagrada en la que se les explicaba la historia de Deméter y de su hija y se les enseñaban unos objetos secretos y venerables. A partir de entonces, se presuponía que los iniciados tenían la posibilidad de tener una vida posterior, por intercesión de la diosa Deméter y de la diosa Perséfone, que en la mitología griega era la diosa del otro mundo (en griego antiguo Persephóné significa “la que lleva la muerte”), la diosa del infierno.
¿De dónde procede el término sibarita?
De la ciudad italiana de Síbaris. Uno de los motivos principales de los griegos para fundar colonias fue que sus tierras no eran en ocasiones fértiles, o se producía un exceso de población, lo que les llevaba a emigrar a otras zonas. Así se fundó Síbaris. Esta ciudad era muy famosa en aquella época porque se vivía muy bien. En Síbaris había mucho lujo y mucha locura. Por esta razón el término “sibarita” se utiliza como sinónimo de persona a la que le gusta el refinamiento y los placeres corporales.
Otra palabra griega que ha llegado hasta nuestros días relacionada con la comida es “dayta” o “díaita”
“Díaita”, lo que nosotros llamamos “dieta”, significaba entonces género de vida, manera de vivir, apartado que comprendía la alimentación y los ejercicios gimnásticos. Los pitagóricos pensaban que para mantener un perfecto equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu era recomendable mantener toda la vida un peso similar. Las oscilaciones, es decir, pasar de ser gordo a delgado o al contrario, delataban un carácter voluble y haberse abandonado a los placeres, perdiendo el equilibrio. La clave era no engordar, pero tampoco castigarse sin comer, únicamente llevar una vida equilibrada. Ellos seguían una dieta en la que comían básicamente cereales, muy poco azúcar, porque no conocían el azúcar de remolacha ni el de caña, lo que les llevaba a endulzar los pasteles con miel. También tomaban aceite de oliva. En cuanto al vino, lo tomaban diluido con agua.
A las personas obesas se les prescribía practicar ejercicios intensos antes de comer para revertir su estado ¿El ideal de belleza de los griegos son las esculturas que nos han legado?
En la Grecia clásica el concepto de bueno y bello eran casi una misma cosa: “kalós kaì agathós”, hermoso y bueno. La belleza en la antigua Grecia tenía un sentido ético. Ellos pensaban que no podías ser hermoso siendo malvado, tenías que ser bello por fuera y por dentro. Es decir, se trataba de un concepto de belleza, sí, pero no sólo de belleza física, sino también moral. Por otra parte, hemos de pensar que había pocas personas con exceso de peso, ya que la gente común consumía alimentos de temporada y muy poca grasa. Los griegos comían, en general, poquísima carne.
La carne, corrígeme, estaba reservada para los sacrificios públicos
Todo dependía de lo rico que fueras. Los grandes banquetes los pagaba la ciudad y en ellos se sacrificaban ovejas, cerdos y algún buey. Cuantos más bueyes había, más importante era el sacrificio. Se hacían varias veces al año para conmemorar determinadas fiestas en honor a los dioses. En estos banquetes participaba todo el mundo y contribuían a la cohesión social. Eran fiestas al mismo tiempo religiosas y ciudadanas.
¿Cuántas comidas hacían los antiguos griegos?
Tres. El sympósion o, lo que es lo mismo, el banquete, porque esta palabra significa “los que están juntos para beber”, era uno de los entretenimientos preferidos de los griegos, y se celebraba por la tarde-noche. Después de comer, se disponían unas pequeñas mesas que se llenaban de dulces para picotear (en griego tragếmata). También había castañas, habas, semillas de trigo tostadas o incluso pasteles de miel, lo que les permitía absorber el alcohol y seguir bebiendo. Es decir, en los banquetes había como dos partes, una consagrada a la comida y otra a la bebida. Los comensales permanecían recostados en divanes. Bailarinas, acróbatas y músicos podían amenizar la velada. Un “rey del banquete”, elegido a suerte, se encargaba de indicar a los esclavos la proporción que debía haber entre el vino y el agua al preparar la bebida, porque el vino muy raramente se bebía puro, tal vez en las libaciones. Aunque la bebida más común era el agua, también tomaban una bebida de cebada fermentada que era muy parecida a lo que hoy conocemos por cerveza.
¿Qué eran las libaciones?
Eran unos rituales religiosos en honor a un dios al que se le ofrendaba vino sin mezclar que posteriormente se vertía en el suelo.
¿El vegetarianismo era muy habitual durante esta época?
No todos los pitagóricos eran vegetarianos. Plutarco, el filósofo platónico e historiador del s. II d.C., abogaba por la abstinencia de la carne, pero no por razones místicas o religiosas. Aunque Plutarco creía en la transmigración de las almas y tenía toda una teoría de cómo se convertían en daimones y habitaban en el mundo lunar antes de volver a tomar cuerpo, no estaba completamente convencido de que las almas humanas se reencarnasen en animales. Concedía a este argumento, no obstante, el beneficio de la duda, y lo aprovechaba para recomendarnos que, ante el riesgo de comernos a nuestros padres, hijos, hermanos o amigos, sería mejor ser precavidos y abstenernos. Para los pitagóricos era absurdo, en contra de lo que afirmaban los estoicos, pensar que la práctica de comer carne estuviese basada en la naturaleza. Ellos pensaban que el hombre no es de natural carnívoro, ya que no posee ni un potente pico, ni garras afiladas, ni colmillos puntiagudos, aptos para cazar y desgarrar la presa, ni tampoco un estómago lo suficientemente poderoso para digerir la carne cruda. Además, Plutarco pensaba que el consumo de carne ocasionaba conflictos de tipo moral y que éramos injustos respecto a los restantes seres vivos, pues la glotonería nos llevaba a consumir alimentos que quizás corresponderían a otros. Creía asimismo que la hartura y el exceso nos hacían toscos y groseros, pues cuando el cuerpo está revuelto, ahíto de comida inapropiada, se empaña la lucidez del alma y ésta queda incapacitada para penetrar en las múltiples facetas de la vida activa. Este tipo de argumentación, de origen pitagórico, había llevado ya a Platón a elogiar la dieta a base de cereales, frutos y bellotas que realizaban los hombres de la ciudad primitiva, y que, probablemente, subyace en la recomendación de Epicuro, aun cuando éste no repudiara explícitamente el consumo de carne, de alimentarse con frugalidad. Todo lo que acabo de explicar puede encontrarse en un capítulo titulado “La abstinencia de carne y el origen de la civilización en Plutarco”, que escribí en 1996 con motivo del IV Simposio Español sobre Plutarco.
Pero los pitagóricos no eran vegetarianos estrictos, ¿no?, pues en ocasiones comían carne. Eso sí, creían en la transmigración de las almas, lo que les llevaba a plantearse que el animal listo para ser matado podía abrigar el alma de un ser humano, propiciando algo parecido a un ejercicio de canibalismo…
Claro. Las personas que creían en la reencarnación pensaban que al cocinar un pollo podían estar comiéndose a un antepasado… Pero los mismos griegos de esta época se reían un poco de todo esto… La mayoría de la gente no era vegetariana y, por lo tanto, se burlaba un poco de estas teorías. Pero es cierto que uno de los precedentes del vegetarianismo puede encontrarse en los pitagóricos. El mismo Plutarco tiene tres o cuatro tratados en que explica cómo él, cuando era joven, se acercó al pitagorismo y era vegetariano, y que después, por cosas de la vida, dejó de serlo. Plutarco apuntaba dos grandes motivos para ser vegetariano: que tenemos suficientes alimentos de otros tipos como para tener que comer animales y que no hay que provocar sufrimiento a los animales porque esto nos hace crueles. Es decir, Plutarco da un argumento moral y no apela a la transmigración, que sería un argumento religioso. Él decía que no conviene acostumbrarse a ser cruel porque primero matamos a los animales y, acto seguido, quizá queramos matar a las personas…. Así pues, Plutarco aboga por el vegetarianismo por motivos filosóficos y no místicos, porque pensaba que era un elemento de justicia no infligir dolor a los animales, sobre todo porque no era necesario, ya que los antiguos griegos sabían cultivar la tierra y podían recurrir a otros muchos alimentos, por lo que comer carne era como un resto de primitivismo.
¿Qué comían los atletas? Te leo algo que he encontrado:
(...) "Los primeros escritos que hablan de la dieta de los atletas, apuntan a que mantenían una dieta a base de queso y frutas. Esto cambió cuando se supo que un famoso corredor, que gano varias competiciones, consumía una dieta de pura carne. Muchos atletas quisieron seguir su ejemplo y esto ocasionó un cambio en sus dietas. A partir de esa moda, los atletas olímpicos de la antigüedad pertenecían a la clase alta de la antigua Grecia ya que, solamente las familias adineradas, podían alimentar a sus hijos con carnes animales. La mayoría de la población griega se alimentaba a base de pan, vegetales y fruta. Por ejemplo, en “El banquete de los eruditos” de Ateneo de Náucratis, se puede leer la historia de Milón de Crotona, un luchador que ganó seis competiciones olímpicas: Milón de Crotona, se dice, comía 9 kilogramos de carne y la misma cantidad de pan, y bebía tres jarras de vino. Al parecer, en Olimpia puso un toro de cuatro años de edad, sobre sus hombros y lo cargó alrededor del estadio, después de lo cual, lo cortó y se lo comió en un solo día".
La verdad es que, igual que ahora, algunas ocupaciones, como la de los soldados, ciertos trabajadores manuales y los deportistas, requerían una alimentación más calórica. En todo caso, los atletas comían más cantidad de alimento por razones lógicas. Es cierto que los atletas olímpicos de la antigüedad pertenecían a la clase alta. De Milón de Crotona recuerdo que estaba casado con una hija de Pitágoras y que cayó muerto después de una de sus comilonas, al menos eso dice la leyenda. Lo que pasa con muchos relatos legendarios o mitológicos es que contienen exageraciones de valor simbólico o, en otras ocasiones, los detalles no cuadran cronológicamente con el periodo al que hacen referencia.
Traigo un recorte del periódico “El Faro de Vigo” en el que Jesús Bernardo García, miembro de la comisión de nutrición del Comité Olímpico Español y médico de profesión, afirma lo siguiente sobre la historia alimentaria de las olimpiadas, así llamadas por celebrarse en Olimpia (Grecia), donde se ubicaba el santuario más importante del dios Zeus:
(…)
Pregunta del periodista: ¿Cómo eran aquellos atletas?
Respuesta de Bernardo García: Tenían que ser griegos, libres, hijos legítimos, no haber sido deshonrados y participar en las competiciones completamente desnudos. La desnudez era una característica obligatoria ya que en la antigua Grecia representaba la pureza. Al estadio donde se desarrollaban las competiciones no podían acudir todas las mujeres, sólo las casadas. Si las solteras quebrantaban la norma, el castigo era la muerte.
– ¿La alimentación era asunto que preocupaba?
– Si, de hecho, los filósofos de la antigüedad se encargaban de los entrenamientos y la alimentación que debían seguir los atletas. Galeno, en sus escritos, deja constancia de cómo era la vida diaria de los deportistas. Su alimentación consistía en pan poco fermentado pero en la cena realizaban una comida copiosa que se alargaba durante mucho tiempo para sacar el máximo provecho de los alimentos y realizar la digestión correctamente, aspecto al que daban gran importancia.
– ¿Qué comían los atletas en aquellos primeros Juegos?
– Galeno apuntaba que sólo debían consumir carne de cerdo ya que otro tipo podía disminuir sus condiciones físicas. Por otra parte, Platón y Diógenes permitían el consumo de carne de buey y Filóstrato prohibía el pescado.
– ¿Y en cuanto a la bebida?
– Las opiniones eran muy dispares. Galeno, después del entrenamiento, no permite el consumo de vino, sólo da como buena la hidratación mediante el agua. Epicteto no apunta ninguna bebida como perjudicial pero sí menciona que las temperaturas frías de las bebidas influyen negativamente en el deportista.
– Hubo un atleta, Milón de Crotona, que se convirtió en un mito por su fuerza y apetito devorador.
– Fue vencedor en seis olimpiadas seguidas, desde el 540 a.C. hasta el 512 a.C., cuando con 40 años fue derrotado tras 24 años de éxitos. Su figura trascendió, sobre todo, por uno de los entrenamientos que realizó para unas olimpiadas: durante cuatro años, a todos los lugares a los que iba cargaba sobre sus hombros una cría de becerro. A medida que pasaban los años, el becerro crecía y pesaba más hasta llegar a transportar un animal de cuatro años. Y su alimentación era muy peculiar, comía cada día 9 kilos de carne, otros 9 de pan y 8 litros de vino; más de 49.000 kilocalorías al día.
Las historias sobre Milón de Crotona tienen claramente un trasfondo moral, el que los excesos alimentarios, aun siendo tan fuerte como este atleta, acaban perjudicando la salud. Pero no es ajustado a la verdad afirmar que los filósofos entrenaran a los atletas. Galeno, que vivió en la segunda mitad del s. II d.C., era natural de Pérgamo y muy famoso e influyente en su época, pues llegó a ser médico en la corte de los emperadores Marco Aurelio y Cómodo. Tenía muchos conocimientos de filosofía, estoica y aristotélica, y empezó siendo médico de una escuela de gladiadores de Pérgamo, pero no se puede generalizar a partir de esta información.
¿Y los dioses? ¿Qué comían los dioses?
Ambrosía y néctar.
¿Qué era la ambrosía?
No se puede saber, porque era la comida de los dioses. Precisamente por esta razón, el nombre de ambrosía significa algo que no es de mortales. Los textos antiguos únicamente señalan que los dioses se alimentaban con comida diferente a la que consumían los mortales, pero nadie sabe qué era la ambrosía.
¿Y el néctar?
Era la bebida de los dioses. Si supiéramos lo que es el néctar y la ambrosía seríamos dioses…
Alguna vez se ha comentado que tanto el néctar como la ambrosía tal vez fuesen tipos de miel…
Es una hipótesis con poca razón de ser. Si los dioses fueran reales, podríamos investigar lo que comían pero ¿cómo saber lo que comían los dioses en el Olimpo?
No sé, se me ocurre que igual estos alimentos se los llevaban los propios griegos a modo de ofrenda…
¡Pero es que nadie tenía la fórmula de la ambrosía! Mucha gente se atreve a lanzar especulaciones sobre estos temas, pero casi siempre son eso, simples especulaciones. Además, la miel no estaba considerada una sustancia sagrada, sino que estaba a disposición de los hombres. Además, si la ambrosía es una cosa que no existe, ¡cómo es posible que algunos se atrevan a pensar qué es lo que podría ser!
En el himno a Deméter la diosa unge al niño Demofonte con ambrosía y de este modo lo alimenta
¡Claro! ¡Para hacerlo inmortal!
Me gustaría terminar esta charla refiriéndome al huerto griego. En la antigua Grecia, muchos ciudadanos tenían un pequeño huerto extramuros, muy cerca de Atenas, que apenas producía lo necesario para la subsistencia de la familia, básicamente cereales, pero también algunas verduras. Según me explicaste hace unos meses, los griegos quedaron desorientados por la caída de la ciudad-estado, lo que llevó a algunos filósofos como los epicúreos a reivindicar a los huertos como el mejor remedio para encontrar la felicidad en medio del caos político. “Fue entonces –me contaste– cuando surgieron filosofías más centradas en el individuo y en la ética, como el estoicismo, el cinismo y el epicureísmo. También se produjo un retorno a la naturaleza y una crítica a la civilización y a las ciudades, en tanto se convirtieron en sinónimo de corrupción, ambición y afán de riqueza”. Salvando las distancias, algo parecido parece estar ocurriendo ahora mismo.
Es posible que tenga algo que ver. La mayoría de los atenienses tenían una finca en el campo, lo que les permitía vivir más cerca de la naturaleza -algo que siempre resulta más difícil en las ciudades-, y cultivar algunos alimentos. Los antiguos griegos, en general, vivían de forma sencilla, pero no por eso se privaban de nada, ni condenaban el placer, ni el placer gastronómico, ni el sexo, ni nada, simplemente intentaban vivir con equilibrio y moderación, pero sin prohibiciones taxativas.
¿Cómo te gustaría despedirte de los lectores de “Comer o no comer”?
Bueno, pues remarcando que la alimentación de los antiguos griegos era mucho menos variada y más básica y que se basaba principalmente en comer cereales, legumbres, queso, verduras, frutas y, con muchísima menos frecuencia que ahora, proteínas de origen animal. En realidad, nunca en la historia hemos comido tantas proteínas de origen animal como ahora.
Para saber más de Montserrat Jufresa:
PUBLICACIONES
Publicaciones en Libros
* “Los epicúreos romanos y la retórica”, en Actas del V Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1978, 377-381.
* “Il mito dei Feaci in Filodemo”, en Atti del Convegno Internazionale: La regione sotterrata dal Vesubio. Studi e prospettive, Napoli 1978, 509-518.
* “Los jardines de Safo”, en El género de la memoria, Pamplona 1995, 17-36.
* “Love in Epicureism”, en Storia, Poesia e Pensiero nel Mondo Antico, Studi in onore di Marcello Gigante, Napoli 1996, 299-311.
* “Il tempo e il sapiente epicureo”, en Epicureismo greco e romano, Napoli 1996, 287-298.
* “La abstinencia de carne y el origen de la civilización en Plutarco”, en Estudios sobre Plutarco: Aspectos formales, Madrid-Salamanca 1996, 219-226.
* “Epicur vist per Ateneu”, en Homenatge a Miquel Dolç, Palma de Mallorca 1996, 215-218.
* “Virtut i bellesa”, en Belleza escrita en femenino, Barcelona 1998, 18-30.
* “Le temps comme sophós”, en Figures de l’intellectuel en Grèce Ancienne, Paris 1998, 191-219.
* “La risa y el vino en los escritos simposíacos de Plutarco, en Plutarco, Dioniso y el vino, Madrid 1999, 255-267.
* “El placer de la música supera el del amor”, en Misticismo y religiones mistéricas en la obra de Plutarco, Madrid-Málaga 2001, 539-544.
* “Referències alimentàries en alguns mites de fundació de ciutats gregues”, en Mites de fundació de ciutats al món antic (Mesopotàmia, Grècia i Roma), Barcelona 2001, 189-192.
* “Melanipe. Historia de una princesa sabia”, en Debilidad aparente, fortaleza en realidad. La mujer como modelo en la literatura griega antigua y su proyección en el mundo actual, Málaga 2002, 129-147.
* “La polis de Joan Crexells”, en Polis i Nació. Política i Literatura, Barcelona 2003, 165-192.
* “Morir de amor en la literatura griega”, en Morir en femenino, Barcelona 2003, 142- 155.
* “Las mujeres y la violencia en las Moralia de Plutarco”, en La passió per la llibertat. A passion for freedom, Barcelona 2004, 160-163.
* “Liens ibériques”, en Les voies traversières de Nicole Loraux. Une helléniste à la croisée des sciences sociales, Paris-Toulouse 2005, 191-196.
* “Violencia i crueltat a les Vides Paral·leles de Plutarc”, en Plutarc a la seva època: Paideia i societat, Barcelona 2005, 519-549.
Libros:
* Llucià. Diàlegs dels déus i de les divinitats marines, Text, traducció, introducció i notes, Barcelona, FBM, 1966.
* Epicur. Lletres, Text, traducció, introducció i notes, Barcelona, FBM, 1975.
(con C. Miralles i J. Pòrtulas), Plató: Paideia. Protàgoras, De la República. De Les Lleis, Vic 1988.
* (con F. Mestre), Llucià. Nigrí, Demònax, Subhasta de vides, Anacarsis, Menip, Text, traducció, introducció i notes, Barcelona, FBM, 1990.
* (con F. Mestre i M. Camps), Epicuro. Obras, Introducción, traducción y notas, Madrid 1991, 2005 (5º ed.)
* (ed.), Saviesa i Perversitat. Les dones a la Grècia Antiga, Barcelona 1994.
* (con F.Mestre i P. Gómez), Luciano. Obras. III, Madrid, CSIC, 2000.
* (con R. Cabré i J. Malé, eds.), Polis i Nació. Política i Literatura, Annexos 2. Ítaca. QCCC, Barcelona 2003.
* (con R. Cabré i J. Malé, eds.), Del Romanticisme al Noucentisme. Els Grans mestres de la Filologia catalana i la Filologia Clàssica a la Universitat de Barcelona, Barcelona 2004.
* (con F.Mestre, P.Gómez i P.Gilabert, eds.), Plutarc a la seva època: Paideia i Societat, Barcelona 2005.
Artículos en Revistas
* “Farràn i Mayoral, traductor de Llucià”, Boletín del Instituto de Estudios Helénicos 3, 1969, 25-27.
* “Les escoles socràtiques menors”, Boletín del Instituto de Estudios Helénicos 4-5, 1970, 135-142.
* “La divinidad y lo divino en Arnobio”, Boletín del Instituto de Estudios Helénicos 7, 1973, 61-64.
* “Sobre Filodemo”, Boletín del Instituto de Estudios Helénicos 10, 1976, 15-73.
“Basilides, a path to Plotinus”, Vigiliae Christianae 35, 1981, 5-15.
“Eutaxia, una virtú del Buon re di Filodemo”, Cronache Ercolanesi 13, 1983, 113-115.
* “Mite i raó: el discurs dels grecs sobre els orígens de la vida”, Ítaca. Quaderns Catalans de Cultura Clàssica 2, 1986, 56 -68.
* “Savoir féminin et sectes pythagoriciennes”, Clio. Femme, histoire, societé 1, 1996, 287-298.
* “Teano de Crotona”, Enrahonar. Quaderns de Filosofia 26, 1996, 95- 108.
* “Belleza y elocuencia, o la rendición por los sentidos (Lucianus, Scyth. 11)”, Emérita LXVIII, 2000, 269-278.
* “Mujer y medicina en el mundo antiguo”, Arenal. Revista de Historia de las mujeres VII, 267-358.
* “El cos de les mares”, Ítaca. Quaderns Catalans de Cultura Clàssica 16-17, 2000, 29-42.
* “El teatre, metáfora de la vida a Llucià”, Ítaca. Quaderns Catalans de Cultura Clàssica 19, 2003, 171-186.