Publicado: Vie, 16/10/2015 - 09:31
Actualizado: Jue, 11/10/2018 - 09:33
En otoño el escaramujo o zarzarrosa se adorna con un pequeño fruto carnoso de color rojo cuando está maduro, que encierra uno de los sabores más sugerentes del bosque. Por si fuera poco, el fruto del rosal silvestre suministra un elevado contenido en antioxidantes y vitamina C. Tanto es así que ya en la antigua Roma se aprovechaban sus hojas y bayas para un sinfín de aplicaciones: desde para prevenir la embriaguez hasta para disimular el mal aliento (Plinio cita hasta 22 usos medicinales de esta planta). No obstante, la moderna ciencia, que no se basa en lo que dice alguien eminente, sino en estudios en humanos bien realizados, no ha corroborado tales aplicaciones.
Puedes encontrar escaramujo silvestre en los bordes, malezas y ribazos de cualquier zona de España (exceptuando la línea costera de Canarias y zonas puntuales de la costa andaluza y murciana, que tienen un clima casi tropical), prácticamente desde el nivel del mar hasta los 1.500 metros de altitud. Aunque se considera una especie de clima atlántico y mediterráneo, no tiene preferencia por ningún suelo específico, aunque siente predilección por los parajes montañosos o semi-montañosos, si bien puede encontrarse en zonas costeras, pues tolera bien la salinidad.
Así pues, el consejo que te proponemos es darte un “baño de bosque” o “shinrin-yoku” (si hace un siglo los doctores recomendaban baños de mar, ahora algunos galenos sugieren baños de bosque para fortalecer el sistema inmunitario y reducir el estrés) y escuchar el crepitar de la hojarasca y el trinar de los pájaros.
Si estás de suerte y encuentras escaramujo (a título anecdótico sus frutos sirven de alimento a muchos animales, que ayudan a esparcir sus semillas por la naturaleza, caso de los lobos, mirlos, palomas torcaces, osos y petirrojos) tienes muchas posibilidades culinarias. En Suecia preparan una sopa con este fruto del bosque. En Japón, por su parte, hay quien considera que es mano de santo para la piel, mientras que en Alemania y Gran Bretaña elaboran con escaramujo una mermelada como para chuparse los dedos.
A modo de curiosidad histórica, durante la Segunda Guerra Mundial, “los escolares británicos –detalla el naturalista Gonzalo Franco Revilla en un interesante artículo sobre esta planta– tenían asignada la tarea de recolectar escaramujos. Con estos frutos se fabricaba jarabe de escaramujo, una excelente fuente de vitamina C. De esta manera, se reemplazaban las importaciones de naranjas, que no era posible traer por el bloqueo naval de los submarinos alemanes”.
Si en tu paseo por el bosque no encuentras escaramujo, te queda la opción de comprarlo (lo encontrarás en muchos lugares) y prepararte una infusión con la que paladear el sabor del otoño.