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Dieta hCG: Dieta con chorizo encerrado

Actualizado: Sáb, 13/09/2014 - 11:10

(@JulioBasulto_DN

Si usted quiere una dieta para adelgazar, le sugiero que afile y dé brillo a su escepticismo, porque es muy probable que la dieta que le propongan tenga chorizo encerrado. Me permito usar “chorizo” en vez de “gato”, haciendo alusión a la primera definición de “chorizo, za” del “Diccionario de Argot” de Julia Sanmartín Sáez (Espasa, 2006):

1. adj./m. y f. Persona de poco fiar.

Decenas de chorizos revolotean a nuestro alrededor, siempre dispuestos a “chorimangar” (“hurtar”, según el mismo diccionario) nuestro dinero a cambio de falsas promesas. La mentira campa a sus anchas en el multimillonario negocio del adelgazamiento. Tanto la mentira descomunal, como la “pequeña, frágil, casi salva”, de la que habla el cantautor Silvio Rodríguez en su canción “Testamento”. Escuchamos una mentira “casi salva”, por ejemplo, cuando alguien nos afirma que con su “método” adelgazaremos fácilmente. Una descomunal es la que forma parte de la “dieta hCG”. También nos promete la “facilidad”, desde luego, pero el engaño va más allá. 

Habló de ellas (de la dieta y de las mentiras), en abril de 2011, el biólogo y dietista-nutricionista Juan Revenga, en el recomendable texto “Dietas muy bajas en calorías: principales riesgos”: “en ocasiones, el interés por adelgazar sobrepasa lo razonable”, apuntó Juan, muy razonablemente. El asunto consiste en inyectar al paciente paciente (y valga la redundancia) una hormona llamada gonadotropina coriónica humana, o hCG (del inglés human Cohorionic Gonadotropin).

La hCG es una hormona producida por nuestro organismo e imprescindible en el embarazo, cuyo uso médico está indicado en ciertos casos (por ejemplo, para inducir la ovulación). ¿Por qué “chutarse” la hormona para perder peso? Porque ello, en teoría (repito: “en teoría”), incrementa el consumo de grasa sin perder (o incluso ganando) masa muscular. Falso. Juan Revenga citó un metaanálisis publicado en septiembre de 1995 (Br J Pharmacol), cuya conclusión fue clara como el suero fisiológico: “no hay evidencias científicas de que la hCG sea efectiva en el tratamiento de la obesidad”. Juan señaló también lo siguiente:

“En respuesta a las preguntas suscitadas por la popularidad de esta "dieta", la Administración de Alimentación y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) ha tenido que reiterar una advertencia que ya hizo por primera vez a mediados de la década de 1970 y que obliga a que en el embalaje de la hCG se haga constar de forma obligatoria que: "No se ha demostrado que (la hCG) aumente la pérdida de peso, haga más 'atractiva' la distribución de la grasa corporal o disminuya el hambre y el malestar de las dietas bajas en calorías". Además, advierte de que su uso puede comportar graves efectos secundarios: incremento del riesgo de coágulos, depresión, dolores de cabeza y aumento de la sensibilidad y tamaño de los senos.”

Al “chute” le (mal) acompaña una dieta muy baja en calorías, que es lo único que explica, en su caso, la pérdida inicial de peso. Tiene bemoles, porque, tal y como justifiqué en mayo de este mismo año (ver el artículo “Hacer dieta puede engordar”),  las dietas con muy pocas calorías son un “pasaporte al sobrepeso”. Es posible que tales dietas nos hagan perder peso (no he dicho “grasa”) a corto plazo. Pero aumentan mucho el riesgo de que, con el tiempo, pesemos más de lo que marcaba la báscula antes de empezar las susodichas “dietas”. También nos predisponen, según la FDA, a padecer cálculos biliares o anormalidades cardíacas, algo “potencialmente fatal”.

Pero hoy por hoy no solo encontramos médicos dispuestos a inyectarnos la hormona de marras, también podemos caer en las redes de “terapeutas alternativos” que nos encasquetarán, sin perder la sonrisa ni arrugar su blanca bata, píldoras o gotas con hCG, para quitarnos esos kilitos de más. Píldoras o gotas que podemos comprar en Internet o en ciertas tiendas de “dietética” (ejem). ¿Qué opino? Que nos están engañando, que están infringiendo la ley, y que están poniendo en jaque la salud pública. La hormona hCG, en dosis relativamente bajas, puede tener efectos adversos sobre el endometrio, en mujeres, y sobre la próstata y el tejido mamario de hombres, tal y como declaró la Obesity Society en enero de 2013. Lo hizo en un documento de postura cuyo título es la mar de elocuente: “Gonadotropina coriónica humana (hCG): Un enfoque inefectivo para tratar la obesidad”. 

Algunos de dichos suplementos dietéticos afirman que son homeopáticos. Si así fuera, no encontraríamos ni rastro de la hCG, aunque buscáramos con el microscopio electrónico más potente, así que no deberíamos temer nada. Pero ni en este caso se fía la FDA, antes citada. El 6 de diciembre de 2011, la FDA declaró ilegal vender tales suplementos.

Buena parte de esta trama que les acabo de contar la pueden localizar muy fácilmente en la Wikipedia, tanto en español como en inglés. Prueben a poner en Google “dieta hCG Wikipedia” o “HCG diet Wikipedia” y verán. ¿Cómo se explican, entonces, que el diario español “El Correo Gallego” publique el 20 de julio de 2014 un texto que canta las alabanzas (“funciona”) y omite los peligros de esta “dieta”?  No contesten, no hace falta.

 

Nota: Muy agradecido a Vicente Prieto (@jvicenteprieto) por ponerme tras la pista de este asunto, y a Juan Revenga (@juan_revenga) por su estupendo texto “Dietas muy bajas en calorías: principales riesgos”.

P.D. (13 de septiembre de 2014). Leo, con horror, que hay quien se inyecta orina de mujeres embarazadas porque ahí se encuentra la dichosa hormona hCG. Vivir para ver.

Bibliografía:

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