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Etiquetado nutricional: ¿cómo es mejor, con o sin “semáforos”?

Actualizado: Jue, 12/12/2013 - 17:24

Los consumidores no solo queremos saber la composición (los ingredientes) de los alimentos que compramos, sino que también cuál es su valor nutricional ´útil´
La etiqueta con código de colores permite comprobar visualmente si el producto tiene una cantidad alta (naranja), media (amarillo) o baja (verde) de calorías, azúcar, grasa, grasa saturada y sal
Determinadas empresas ´antisemáforo´ entienden que se genera una alerta innecesaria con algunos alimentos
Al parecer, el lobby agroalimentario podría haber invertido hasta la fecha 1.000 millones de euros en una campaña anti-semáforo

Respuesta: con semáforos. No deberíamos menospreciar el papel del etiquetado nutricional como herramienta para promover buenos hábitos dietéticos, por más que algunos se pongan “colorados” por aquello del semáforo…

Aunque seguimos siendo vulnerables, los consumidores cada vez somos más exigentes. Numerosas investigaciones, como una publicada en agosto de 2012 en Healt Promotion Journal of Australia, constatan que no solo queremos saber la composición (los ingredientes) de los alimentos que compramos, sino que también cuál es su valor nutricional “útil”, es decir, buscamos un etiquetado comprensible, con información transparente. El Insitute of Medicine de Estados Unidos señaló recientemente que el etiquetado debe basarse en la sencillez y la claridad visual y, además, ser capaz de transmitir información sin necesidad de recurrir al texto escrito.

De entre los diferentes tipos de etiquetado nutricional más usados de forma voluntaria por la industria alimentaria, los dos más frecuentes son el “Etiquetado en base a las CDOs” y el “Código de colores en base a las CDOs” (comúnmente conocido como “semáforo”). Ambos toman como punto de partida las llamadas Cantidades Diarias Orientativas (o CDOs, es decir, la cantidad aproximada que es preciso ingerir de determinados nutrientes para seguir una dieta saludable) y expresan de forma porcentual cuánta cantidad del nutriente en cuestión se cubre por 100 gramos (o una ración) del alimento en cuestión. Sin embargo, la etiqueta con código de colores  permite comprobar visualmente si el producto tiene una cantidad alta (naranja), media (amarillo) o baja (verde) de calorías, azúcar, grasa, grasa saturada y sal.

Pues bien, en mi opinión, que comparto con no pocos investigadores, el etiquetado en semáforo es una herramienta que nos puede ayudar a los consumidores a realizar una mejor selección de alimentos, es decir, a que seamos más conscientes de la (crucial) relación que existe entre el estado de salud y la dieta.

En mayo de este año, Public Healht Nutrition publicó un artículo (en el que tuve el gusto de participar como coautor) centrado en los adolescentes. Se quiso comparar el efecto que ejercen en ellos dos modelos de presentación de la información nutricional en las etiquetas de los alimentos: un código de colores (el llamado “semáforo nutricional”) y otro con un etiquetado igual que el anterior, pero sin colores. El portal “Food Navigator”, que se hizo eco de este estudio en junio de 2013, subrayó que tiene sentido evaluar este tipo de aspectos en adolescentes por tratarse de un colectivo “muy sensible en cuanto a su dieta y a su imagen corporal, y a la vez muy vulnerable a las técnicas de marketing usadas para influir las selecciones de los consumidores”. En la investigación, no solo la gran mayoría halló más comprensible el etiquetado con colores, sino también mejoró su capacidad para elegir una dieta más saludable.

Muchas otras investigaciones, citadas en el apartado de bibliografía de este texto, indican no solo que la población (de diferentes rangos de edad) prefiere este tipo de etiquetado, sino que, además, puede, como afirmaron en mayo de 2012 Hieke y Wilczynski, “reducir la complejidad de la toma de decisiones” (¿acaso no es un lío enfrentarse a determinados lineales de comida?). También puede contribuir de forma constatable a que la población realice selecciones más saludables de alimentos. Existen investigaciones (como las de Brown, Sacks , Magnusson y Louie, listadas un poco más abajo) que apuntan que las etiquetas con información nutricional incluso podrían ser de utilidad para prevenir la obesidad.

El argumento de los “antisemáforos” es que se genera una alerta innecesaria (“no hay alimentos buenos ni malos”, repiten una y otra vez; un día hablaremos de este tema…). Sea como fuere, los estudios no muestran que los consumidores entremos en la histeria cuando tenemos entre manos un alimento con esta clase de etiquetas: el mensaje que llega es que se debe moderar el consumo de determinados alimentos y potenciar el consumo de otros. No olvidemos que más de la mitad de calorías que consumimos provienen de alimentos “altamente procesados”.

¿De donde viene este “antisemaforismo”. Parece ser que del lobby agroalimentario. Según un informe publicado en 2010  por una ONG holandesa llamada Corporate Europe Observatory y que puede consultarse aquí, dicho lobby habría invertido, hasta dicha fecha, unos mil millones de euros en una campaña para evitar la implantación de etiquetas como la aquí descrita. ¿Por qué? Es sencillo: teme que el Parlamento Europeo apruebe la utilización de un etiquetado así de clarificador.

En mi opinión,  etiquetar los productos alimentarios con información que ayude a identificar cuáles pueden ser perjudiciales para la salud a largo plazo, se traducirá en que los consumidores tomaremos menos cantidad de muchas “sustancias comestibles” que no son exactamente alimentos. ¿A quién perjudicará esto? ¿A la salud poblacional, o a la salud del bolsillo de unos pocos empresarios? Una última pregunta: si el gobierno del Reino Unido, en octubre de 2010, logró llegar a un acuerdo con los grandes supermercados de su país… ¿a qué esperamos nosotros?

P.D. (6 de diciembre de 2013): Además del dato de la ONG Corporate Europe Observatory, veo que cuatro epidemiólogos de la Universidad de Londres detallaron en la revista British Medical Journal (diciembre de 2012) que la industria alimentaria gastó 1,4 mil millones de dólares para que no viera la luz el etiquetado en semáforos. Su recomendable texto tiene un título que habla por sí solo: “Todos juntos en esto: la captura corporativa de la salud pública”.

P.D.2 (12 de diciembre de 2013): Sugiero leer el texto "Semáforo nutricional, ¿rojo al aceite de oliva y a los frutos secos?", publicado hoy en el canal Consumer.es, en el que discuto la polémica suscitada sobre este tema en el diario "El País".

 

Para saber más:

  1. Aschemann-Witzel J, Grunert KG, van Trijp HC, Bialkova S, Raats MM, Hodgkins C, et al. Effects of nutrition label format and product assortment on the healthfulness of food choice. Appetite. 2013;71C:63-74. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23891558
  2. Babio N, Vicent P, López L, Benito A, Basulto J, Salas-Salvadó J. Adolescents' ability to select healthy food using two different front-of-pack food labels: a cross-over study. Public Health Nutr. 2013:1-7. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23680067
  3. Babio N, López L, Salas-Salvadó J. Análisis de la capacidad de elección de alimentos saludables por parte de los consumidores en referencia a dos modelos de etiquetado nutricional; estudio cruzado. Nutr Hosp. 2013 Jan-Feb;28(1):173-81. www.nutricionhospitalaria.com/pdf/6254.pdf
  4. Borgmeier I, Westenhoefer J. Impact of different food label formats on healthiness evaluation and food choice of consumers: a randomized-controlled study. BMC Public Health. 2009;9:184.  http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2702386
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  9. Hawley KL, Roberto CA, Bragg MA, Liu PJ, Schwartz MB, Brownell KD. The science on front-of-package food labels. Public Health Nutr. 2013;16(3):430-9.  www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22440538
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