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¿De dónde proviene el relaxing cup of café con leche?

Actualizado: Mié, 04/12/2013 - 10:14

La presentación de la candidatura olímpica de Madrid 2020 seguramente pasará a la historia por el “relaxing cup of café con leche”. Tanto fervor ha despertado la frase, que una empresa valenciana ha creado una tienda on line que se dedica exclusivamente a la venta de tazas con esta leyenda: “A relaxing cup of café con leche. In el sofá de my haus”. También algún prestigioso experto, como Abel Mariné (santo de nuestra devoción y del que muy pronto publicaremos una “entrevista mitológica” en “Comer o no comer”…) ha buceado en la historia de esta bebida y se ha atrevido a escribir un interesante artículo en “Punt Diari”.

Tras visitar a Abel Mariné en el pabellón Verdaguer del campus de Torribera (en Santa Coloma de Gramenet, a 8 km de Barcelona), donde tiene su sede el CESNID, este catedrático en Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona, nos muestra un libro de tapas verdes titulado “Guia curiosa del menjar. Un llibre per apendre els secrets de la cuina” (Guía curiosa de la comida. Un libro para aprender los secretos de la cocina) escrito en 2002 por Cristina Serret y Carles Magrané.

En la página 79 de esta obra se lee lo siguiente, que traducimos del catalán:

“La costumbre de añadir leche al café surgió en la Viena del siglo XVII. Parece que más adelante entusiasmaría a María Antonieta, mientras que pasada la Revolución Francesa, la mezcla ganó adeptos hasta convertirse en habitual en los almuerzos. Ya en el siglo XIX las clases más humildes adoptaron el café con leche como merienda, incluso como cena. Sin embargo, el café con leche también tuvo firmes detractores como Balzac que en “La nueva teoría del almuerzo” dejó por escrito sus reticencias a convertir al café en esta mezcla”.

Por lo que sabemos, el gran novelista francés Honorato de Balzac (1850), autor de “La comedia humana”, disfrutaba tanto de la buena mesa, que en sus obras solía incluir detalles de lo que comían sus personajes. Uno de estos personajes (informa el blog “El Condimentario de Margarita”) es el padre Rouget quien tenía la teoría de que la tortilla era más delicada si las yemas y las claras se batían por separado.

Por lo que escribió el novelista francés en el “Tratado de los excitantes modernos”, a Balzac beber café le ayudaba a trabajar por las noches y le ponía en contacto con las musas de la inspiración. De hecho, se dice que tomaba cincuenta tazas de café al día para estimular su prolífica producción literaria (que nadie lo intente en casa: para la Clínica Mayo tomar más de 500 mg de cafeína al día, es decir, unas siete tazas de café, genera una lista kilométrica de efectos adversos).

A modo de curiosidad, y tal y como puede verse en este otro artículo escrito por Nicolás Artusi, Balzac se convenció de que la sobredosis de café le provocaría una muerte precoz y, en un ejercicio de purgación masoquista, se obligó a masticar granos tostados. He aquí lo que anotó con el pensamiento todavía nublado por la penosa penitencia:

“El café produce una suerte de excitación nerviosa semejante al enojo: alzamos la voz; nuestros gestos expresan una impaciencia enfermiza; queremos que todo fluya como fluyen las ideas”, se maravilló Balzac antes de entregarse a la abstinencia estricta.

Acabaremos esta “historia muy sabrosa” volviendo al “relaxing cup of café con leche” y reproduciendo lo que publicó la revista “Muy interesante” sobre su origen:

“Cuenta una anécdota vienesa que cuando las tropas del gran visir turco Kara Mustapha fueron expulsadas del sitio de Viena, en 1689, abandonaron un cargamento de sacos de café. Un polaco llamado Kolschitsky, que luchó en la batalla junto a su rey Juan III Sobieski, consiguió que éste se los cediera. El polaco abrió una posada en la capital austriaca y empezó a vender el café en infusión, pero los clientes se quejaban de su sabor amargo. Para rectificarlo, Kolschitsky tuvo la idea de añadirle un poco de crema de leche. Así nació el café vienés”.

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