Publicado: Jue, 09/01/2014 - 09:36
Actualizado: Jue, 09/01/2014 - 09:56
¿Red Bull da alas? ¿El complemento alimenticio “De Memory” ayuda a los estudiantes a sacar buenas notas sin prácticamente estudiar? ¿Las pastillas que contienen resveratrol sirven para frenar el envejecimiento? ¿Utilizar la olla exprés no es aconsejable para las personas con cáncer? Un poco más abajo las respuestas.
José Manuel López Nicolás es el alma máter de “Scientia”, un blog que cuenta con decenas de miles de seguidores y que tiene su prolongación en Twitter, donde el impulsor de “La Comunidad del Anillo y los Ejércitos Encapsulantes” cuenta con 10.395 fans. Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Murcia y autor del libro “Nuevos alimentos del siglo XXI”, López Nicolás tiene la audacia propia del que no tiene mayor conflicto de intereses que educar a sus alumnos en la verdad.
Pese a que López acredita un número estimable de publicaciones en revistas de prestigio, no por ello reniega del sentido del humor. Seguidor confeso de “El Señor de los Anillos”, del escritor británico J.R.R. Tolkien, ello no quita para que el impulsor de “Scientia” se lo pasé la mar de bien con secciones como “El lado oscuro de la ciencia” y escritos como “San Alberto Magno y su perro contra Benedicto XVI y su ciudad maldita”.
Sin embargo, mira por donde, gran parte de sus escritos guardan relación con la alimentación, tal vez porque con más frecuencia de la deseada se presenta como ciencia lo que en realidad son fantasías épicas que hubieran hecho sonreír de lo lindo a hobbies y elfos… Pero que nadie se despiste más de lo debido: José Manuel López Nicolás dice verdades catedralicias y es una voz respetada dentro del panorama científico español.
“A mi a veces me han dicho que soy un francotirador, pero yo no disparo contra nadie. En todo caso, disparo contra la superstición y la pseudociencia. Pero te diré una cosa: cuando se habla de pseudociencia a uno le viene a la cabeza el reiki, la homeopatía, los remedios tradicionales chinos y… ahí la gente ya intuye que tanto puede ser verdad como mentira. En cambio, todo el discurso empresarial pseudocientífico es todavía más peligroso porque tú vas a un centro comercial y no tienes porqué desconfiar de que lo que te está vendiendo una marca no tiene ningún fundamento. Por eso siempre digo que disparo en las dos direcciones”, avisa.
Más allá de la dirección que toman sus “balas” informativas, Jose (como le gusta que le llamen, sin acento en la “e”) inauguró “Scientia” en 2011 por recomendación de un compañero de promoción, Daniel Torregrosa, y desde entonces ha conseguido varios hitos: un escrito que ha llegado a recibir la friolera 250.000 visitas en un solo día (hoy ya lleva casi medio millón…), diversos galardones y, muy especialmente, el convencimiento de que la divulgación científica forma parte de su trabajo. “Yo lo veo así. Al igual que la docencia y la investigación, la divulgación científica forma parte de mi trabajo. ´Scientia´ me ha dado mucho desde el punto de vista personal y profesional. Gracias al blog, he conocido a mucha gente que me ha aportado conocimientos muy valiosos y hemos abierto una línea de investigación en el departamento relacionada con una molécula en concreto, la ciclodextrina, a raíz de un tuit que recibí de un médico, precisamente de aquí, de Murcia, en el que se decía que por fin se había aprobado un tratamiento con ciclodextrina a una niña llamada Natalia que sufría una enfermedad rara. Al enterarme, me quedé muy impactado, porque es la molécula con la que yo trabajo, que es muy específica. Así que tan pronto como pude, me puse en contacto tanto con la madre de la niña como con el Hospital La Zarzuela de Madrid, lo que nos ha permitido establecer una línea de colaboración para poder aplicar nuestros conocimientos al tratamiento que recibirá la niña”, señala.
En la siguiente entrevista, realizada a las diez de la mañana del sábado 4 de enero, José Manuel López Nicolás, da su particular versión sobre “el fin de los Días Antiguos” en la “Tierra Media”, a la vez que aprovecha la oportunidad para escribir su carta a los Reyes Magos…
Jose, lo primero que me viene a la cabeza haber leído tuyo se titulaba “Los siete pecados del resveratrol, la molécula de la eterna juventud”. Un poco antes de aquel año, más o menos hacia el 2009, se había producido en las farmacias un desembarco parecido al de Normandía que llenó los anaqueles de pastillas y píldoras carísimas para frenar el envejecimiento. Sin embargo, decías, pese a los muchos estudios existentes en organismos como la levadura, el gusano o la mosca, no existía ningún ensayo clínico con el que fundamentar ninguna acción beneficiosa del resveratrol en humanos. La pregunta es: ¿qué deben de estar pensando ahora mismo quienes confiaron en que con estas pastillas detendrían el envejecimiento?
Pues no sé qué pensarán…
Te lo comento porque quienes empezaron a tomar resveratrol en 2008 es posible que hoy tengan el pelo más blanco y más arrugas…
Te voy a decir una cosa: es un tema que me preocupa. Aquel fue un post en el que me jugué mucho a nivel profesional y que me ocasionó efectos secundarios. En septiembre volví a escribir otro post que se llamaba “El imperio del Revidox” (López Nicolás se refiere a un complemento alimenticio que se comercializa con la promesa de ralentizar el envejecimiento celular y del que se especula que podría haber llegado a vender alrededor de un millón de unidades con este reclamo…) Como recordarás, las primeras cápsulas de resveratrol salieron avaladas por el CSIC. Es un tema que conozco bastante porque el resveratrol es una molécula sobre la que he publicado mucho. Debo de tener una docena de artículos relacionados con el resveratrol publicados en las mejores revistas del mundo. Por si fuera poco, resulta que el grupo del CSIC que avala las propiedades del “Revidox” es de Murcia, así que imagínate las repercusiones que ha tenido para mí ese escrito, que sigue siendo a día de hoy uno de los cinco más leídos de “Scientia”. Pero…¿qué pasa? La cosa está muy clara: mucha gente decidió comprar al principio estas pastillas, porque luego salieron otras, porque llevaban la patente del CSIC. Lo que la gente desconoce es que la famosa patente del CSIC solo acredita el método de extracción del resveratrol a partir de la uva. Me refiero a que la patente no habla para nada de la funcionalidad del producto, de si sirve o no sirve. Es decir, no dice, ´pues mire, tiene este efecto positivo o negativo´, no, no, no, sino simplemente acredita que el resveratrol se extrae de la uva mediante un procedimiento concreto. Pero, claro, la gente ve que en la etiqueta pone “avalado por el CSIC” y piensa: ´esto tiene que ser buenísimo…´ Luego resulta que el resveratrol en sí no ha sido aprobado aún por la máxima autoridad europea de seguridad alimentaria, que todavía no ha avalado que tenga alguna propiedad beneficiosa para el organismo. Hace poco se celebró en Inglaterra un congreso específico sobre esa molécula y la conclusión final fue que no hay suficientes estudios en humanos (porque en los últimos tres años se ha efectuado algún estudio en humanos…) como para poder sostener categóricamente que el resveratrol sirve para algo. ¿Y qué han hecho los fabricantes para poder seguir diciendo lo que decían? Pues como el resveratrol hasta ahora no ha recibido el respaldo de la máxima autoridad europea alimentaria, pues le han añadido selenio. Porque el selenio, resulta, sí que está autorizado para poder decir eso. ¿Qué ocurre? Pues que siguen vendiendo el producto apoyándose en la palabra resveratrol, porque en el envase se ven unos granos de uva y tal, pero le han metido selenio, porque es lo que les exige la Unión Europea, para poder seguir diciendo todo lo que dicen del resveratrol. Y esta es la historia…
Me suena a engaño consentido…. En mi opinión, los usuarios compran el producto atraídos por las promesas del envoltorio.
Lo que te vengo a decir es que los usuarios estas cosas no las saben. Me preguntas qué deben de pensar al mirarse al espejo los que llevan muchos años tomando resveratrol con la esperanza de estar adquiriendo el “elixir de la juventud” y te respondo: la mayoría debe de pensar que le hace algún efecto. Es decir, se deben de creer, de verdad, que el resveratrol les ha producido algún efecto positivo... Es lo que se conoce por “efecto halo” (Jose M. López Nicolás alude a la propensión a juzgar de forma favorable a partir de una primera impresión positiva y de sacar conclusiones que nada tienen que ver con la realidad). ¡Estoy seguro que hay mucha gente que debe de pensar que el resveratrol le ha ido de maravilla y que, de alguna forma, ha frenado el envejecimiento! Porque, claro, si eres objetivo, has de reconocer que has tirado tu dinero... Aunque, insisto, lo fácil es autoconvencerse de que el resveratrol te ha funcionado bien y de que algún efecto bueno te ha hecho. Sin embargo, desde el punto de vista científico hay que decir que su efecto ha sido nulo en las personas que lo han tomado.
¿Cuántos cientos de litros de vino tinto calculas que habría que sería necesario beber para que el resveratrol hiciese efecto?
En su día hice las cuentas, pero…no me acuerdo ahora. Pero muchísimos... Estaríamos hablando de una intoxicación etílica tremenda porque, realmente, el resveratrol se encuentra en la uva en ínfimas cantidades. Por eso, resulta absurdo planteárselo. Vamos a ver, si los inconvenientes del alcohol a partir de una copa o de dos copas ya son muy grandes, ¡pues imagina que te tuvieras que beber cientos de litros para conseguir un efecto apreciable! Y te diré más: aunque la cantidad de resveratrol en la uva en lugar de ser ínfima fuera muy grande, tampoco serviría de nada, porque el resveratrol no ha demostrado a día de hoy ningún efecto positivo en los humanos a largo plazo.
Igual el verdadero secreto es ese: que después de beberte varios litros de vino te sientes inopinadamente joven…
Te sientes joven y eres capaz de hacer lo que te digan… (Ríe)
Me hizo gracia un post que comenzaba con las pésimas notas de tus alumnos en el primero de los exámenes que hicieron el pasado mes de junio (repito algunas de las notas: 3,4; 2,6; 4,9; 1,1; 0,7) lo que te llevó a efectuar una investigación de la que hubiera estado orgullosa Agatha Christie. Ayúdame a saciar mi curiosidad antes de que te pregunte lo que llevaba pensado: ¿qué criterios utilizas para puntuar a un alumno con un 0,7?
Vamos a ver, te voy a contestar: en algunos de mis escritos yo cuento una “telling story”, una historia que no se ajusta a la realidad. Es decir, yo no puse esas notas ni mandé a un alumno a por sardinas, como dice ese post, ni suspendí a nadie con un 4,9. ¡Cómo voy a suspender yo a alguien con un 4,9! Algunas veces en mis escritos puede haber una parte ficticia aunque, evidentemente, el grueso de lo que cuento es real. Las notas de mis alumnos son confidenciales y nunca se me ocurriría ponerlas en un post. Contestando a tu pregunta, a ninguno de mis alumnos le puse un 0,7.
Tu post me hizo sonreír porque me recordó a un buen amigo de la infancia al que cuando el profesor le sacaba a la pizarra para preguntarle, comenzaba a disertar sobre cosas que no guardaban ni la más mínima relación con la pregunta, pero que le llevaban un buen rato. Al final, el profesor le ponía sistemáticamente un uno de nota, supongo que por intentarlo... En tu opinión esto sería poco “científico”, ¿no?
Yo también lo hago... Siempre les digo a mis alumnos que no me hagan brindis al sol. El ejemplo que les pongo es que si les pregunto por las capitales de Europa y ellos no se las saben, pero se saben los ríos, que no me digan que Europa es un continente muy importante, con capitales muy importantes por donde pasan estos ríos y…se pongan a hablarme de los ríos. No, no, perdona, te he preguntado por las capitales, así que aunque estés una hora y media hablándome de los ríos y de sus afluentes al final te voy a poner un uno, porque no me estás contestando.
O sea, que tú también les pones un uno (risas). Si quieres que te diga la verdad, prefiero que les pongas un uno a un cero coma siete, que me parece hasta indigno… Puntuar con un 0,7 a alguien me parece propio de una mente perversa…
No, con un 0,7 se puede puntuar un examen tipo test, donde hay preguntas que valen 0,2 y 0,5, porque al final es una suma.
Voy a la pregunta, ahora sí… Pues bien, después de investigar porqué tus alumnos habían sacado notas tan pésimas descubriste que consumían todo tipo de complementos alimenticios como “De Memory” (“con jalea real, fósforo, taurina y vitaminas”, según resalta la cajetilla del producto), “Intelectum”, “Ceregumil”, etc. ¿Cómo explicarías de la forma más sencilla posible la razón por la que estos preparados no funcionan?
Si tuviera que explicarlo de la manera más corta, diría que ninguno de los ingredientes que contienen estos productos ha demostrado tener el más mínimo efecto sobre la capacidad intelectual de un adolescente o de una persona adulta salvo algunas vitaminas y minerales pero que podemos encontrarlas en la dieta normal sin pagar por ellas lo que se paga por estos suplementos. No hay ninguna evidencia científica que respalde esas supuestas propiedades de los otros ingredientes milagro. ¿Es posible que en el futuro sea diferente? Pues es posible, pero a día de ello la ciencia no tiene noticias. Y punto.
Ya que estamos, ¿tomar un café podría ser una ayuda de cara a concentrarse o para recordar luego lo estudiado?
Sí que podría ayudar a concentrarse, pero no a recordar lo estudiado. Al igual que te decía antes que ninguno de los productos que comentábamos ha demostrado nada, la cafeína, a determinadas concentraciones, sí que está probado que funciona. Incluso ha sido aprobada por la autoridad europea. Creo que a partir de 75 miligramos, en concreto, tiene un efecto demostrado. Pero…¿qué ocurre?, pues que, ojito, porque si subes la concentración de cafeína puedes llegar a una sobredosis aguda y que el remedio sea peor que la enfermedad. Pero sí, la cafeína sí que ha demostrado que te despierta más la atención y te permite está más concentrado, aunque esto no significa que vayas a memorizar mejor, claro. Pero solo ha demostrado eso, ¡eh!, no vayamos ahora a buscar otras cosas…
¿El Red Bull da alas?
El “Red Bull” para mi, personalmente, es una bomba de relojería… Es verdad que dentro de su mismo grupo hay bebidas energéticas que son todavía más dañinas. Evidentemente consumidas de forma excesiva, porque si te tomas un “Red Bull” no te va a pasar nada…
Aclárame lo de “bomba de relojería”…
Yo diría tres cosas. La primera es que tampoco hay ninguna evidencia científica acerca de la taurina, que es la responsable de las alas. Pero, bueno, eso no es malo en sí… La segunda cosa son los niveles muy altos que ingieres de cafeína en el caso de tomarte varios “Red Bull”. Hay otra marca, “Monster Energy”, que tiene todavía más cafeína y de la que se dice que le está ganando la partida a Red Bull (en relación con este tema, la FDA norteamericana se ha visto obligada a investigar las muertes de varias personas que, presumiblemente, habían consumido esta marca antes de fallecer, caso de Anais Fournier, una adolescente de 14 años, que murió tras beberse unos 0,7 litros de “Monster Energy”, el equivalente a dos latas, a consecuencia de “una arritmia cardiaca debida a la toxicidad de la cafeína”, que llevó a la familia de la difunta a interponer una demanda contra Monster, por no advertir sobre los peligros del producto). Si te tomas tres “Monsters” ya tienes una sobredosis aguda de cafeína..
Ya eres un “monstruo”, como aquel que dice…
Sí, pero te he de decir que donde veo yo, personalmente, mayor riesgo, cuando hablo de bomba de relojería, es en los elevadísimos niveles de azúcar que tienen estas bebidas. Eso la gente, cambio, no lo sabe. La gente asocia este tipo de bebidas a productos estimulantes, pero ni llega a imaginar la cantidad enorme de azúcar, madre mía, que se lleva al cuerpo… Y todavía te diré algo más sobre la bomba de relojería: hace ya un tiempo que la EFSA sacó un informe advirtiendo que dos tercios de los adolescentes europeos consumen estas bebidas de manera habitual.
¿Qué querrá decir “bebida energética”?
“Bebida energética”, realmente, no tiene sentido…. Por ser tiquismiquis, me imagino que se referirá a las calorías que tiene, que se sitúan todavía muy por encima de las bebidas más habituales. Sin embargo, fíjate qué cosa, la gente se lo toma por el lado positivo: ´¡ah!, me va a dar fuerza!´, ´¡ah! me va a dar energía!´, pero nadie se plantea que puede estar suministrándose un nivel de calorías que es posible que el cuerpo no lo soporte, sobre todo, en caso de padecer determinadas patologías…
Tal vez algunos lectores de “Comer o no comer” se sorprendan cuando les expliques que, según el Panel de Expertos en Nutrición, Alergias y Dietéticos de la Unión Europea, no existe ninguna evidencia científica acerca de la efectividad del ginseng para combatir el cansancio, la disminución de la atención o la concentración. ¿Para qué sirve entonces esta raíz?
Para las cosas que comentas, cero, no sirve de nada. Lo que yo siempre digo es que este tipo de productos aportan unas propiedades sensoriales y organolépticas y ahí el sabor te puede agradar más o menos, porque es algo subjetivo.
Háblame, si eres tan amable, del increíble mundo de las etiquetas pseudocientíficas… Me viene a la memoria unos cereales que se anunciaban como “energéticamente puros”, como si hubiera también energía “impura”, por no hablar de un agua que se comercializaba como “ligera”, dando a entender que ayudaba a adelgazar (me parece recordar que en el anuncio se veía una cinta métrica rodeando a la botella…), pese a que el agua no tiene calorías… Háblame de lo primero que te venga a la cabeza, si eres tan amable, del increíble mundo de las etiquetas pseudocientíficas…
Lo primero que me viene a la cabeza es cabreo… A pesar de que he escrito varios artículos sobre este tema y de que me lo paso muy bien, lo que me viene a la cabeza es cabreo, porque utilizan una terminología para confundir al consumidor con palabras como “puro”, “tradicional”, “natural” y otras palabras que no tienen ni el más mínimo sentido…
Pero también expresiones sofisticadas como “actividad enzimática”, “acelera el metabolismo”…
Exactamente… Hay otras etiquetas de productos que declaran cosas como que “ayuda al sistema inmunitario”, “protege contra la degradación celular”, “contribuye a metabolizar los hidratos de carbono”… En este tema, existen dos escuelas: por una parte los que pretenden asociar lo ecológico, lo natural, lo tradicional con lo más saludable, cosa que no es cierta, y por otra parte quienes usan una serie de tecnicismos huecos para confundir a la gente y que se crea que su producto es mejor. Las últimas encuestas demuestran que a la gente le gusta la ciencia y que confía en la ciencia. Eso, me imagino, ha llevado a algunas marcas a pensar, ´bueno, pues si la gente confía en la ciencia, vamos a utilizar vocablos científicos en nuestros productos para atraer al consumidor´. Pero mi cabreo no va solamente en la dirección de decir, ´¡hay que ver como nos están engañando las empresas!´, sino que mi cabreo es añadido, porque existe una reglamentación europea que prohíbe el uso de estas frases, pero…¿qué ocurre? En mi opinión, uno de los mayores problemas que tiene este país, ya no en el terreno alimentario, sino en general, es la impunidad. Porque…¿hay un reglamento?, sí, ¿este tipo de frases están prohibidas?, sí, ¿pasa algo?, no. ¡Entonces a qué estamos jugando! El problema no es que no exista una ley, porque la hay, el problema es que nadie la aplica. Entonces, claro, cuando una empresa ve que su rival está poniendo estos tecnicismos engañosos en sus productos para confundir a la gente, y que no le pasa absolutamente nada, pues acaba haciendo lo mismo. ¡Pero es una ilegalidad!
A día de hoy el artículo más leído de “Comer o no comer” sigue siendo “La enzima prodigiosa”, donde desmontamos la parafernalia del ya famoso endocopista japonés Hiromi Shinya, lo que nos sirvió para recibir todo tipo de insultos y lindezas por parte de sus defensores y, más en concreto, de los partidarios de los disparates. Hoy día ya estamos en disposición de afirmar que lo único prodigioso de aquel fenómeno fueron las ventas y no la enzima fantasma que el autor se sacó de la chistera… Hace unos meses leí un post en tu blog que me trajo a la memoria la enzima prodigiosa, en el que una señora, que creo que es médica, que se llama Odile Fernández, afirmaba conocer algunas recetas culinarias anti-cáncer. ¿Por qué dirías que la gente se sigue creyendo que el olor del ajo aleja el cáncer, que los frutos secos “secan” al cáncer, que el té verde planta cara al cáncer, que las setas permiten tolerar mejor la quimioterapia o que no es aconsejable utilizar la olla exprés?
Me gusta que me hagas esta pregunta. Vamos a ver, la gente se lo sigue creyendo por una incultura nutricional, de la que no se puede culpar a la sociedad. Tampoco yo tengo ni la más remota idea de muchísimos temas y no por eso soy un inculto. ¿Qué ocurre? Pues que esa incultura a veces es potenciada desde los medios de comunicación. Esto se podía solucionar en parte si los gobiernos apostaran por una educación nutricional desde la base.
Educar a la población es lo que propone el cardiólogo Valentí Fuster…
Claro, claro.
Teniendo en cuenta la de asignaturas tontas que hemos tenido que estudiar, y de las que ya no recordamos absolutamente nada, no me parece un disparate impartir conocimientos relacionados con la nutrición desde muy tierna edad.
Te voy a contar algo de primera mano. Yo he sido director de una diplomatura de Nutrición y Dietética de una universidad y, después, vicedecano de otra. Y he luchado para que se implante ya desde el colegio una asignatura de educación nutricional, y no me refiero a dar una charla un día, no, no, no, sino a impartir una formación continuada, y la respuesta que me han dado siempre ha sido negativa. Si eso se lograra y la gente fuera adquiriendo conocimientos nutricionales desde muy pequeña…¿tu crees que un libro como “La enzima prodigiosa” hubiera tenido el tirón que ha tenido?
Me imagino que no, porque mucha gente habría desarrollado un espíritu crítico…
Correcto. Si tu inculcas a la gente en qué se fundamenta la nutrición acabará riéndose de este libro, pero como no los tienen, y ahí iba yo, y a eso lo acompañas que sale Mercedes Milá en televisión en un programa de máxima audiencia apoyando al libro pues pasa lo que ha pasado... Algo parecido pasó con el libro de recetas anti-cáncer que comentabas porque, si un periódico como “El País” da pábulo a este tipo de historias, pues el mensaje acaba llegando a muchísima gente que no tiene la cultura necesaria.
¿Qué hizo “El País” en concreto?
Pues publicó una entrevista a la autora de las recetas anti-cáncer, a la señora que dice que los frutos secos curan el cáncer y que cocinar con la olla exprés no es bueno. Yo critico a “El País” por dar espacio y hacer publicidad de cosas que no son nada pero que nada serias. Al tener una tirada tan grande, mucha gente que lea que hay recetas anti-cáncer se lo acabará creyendo.
Por cierto, ¿qué tendrá que ver la olla exprés con el cáncer?
No tengo ni la más remota idea… He comentado este tema con más personas y me han dicho que, claro, la olla exprés…, porque pasa eso, que la gente comienza a razonar y sale uno que opina que se destruyen una serie de fotoquímicos que pueden ser beneficiosos para el organismo… Vamos a ver: si yo te digo a ti ahora mismo: mira, esta noche he dormido con un extraterreste. ¿Tú como me lo demuestras?
Bueno, yo no estuve ayer en tu casa, así que por poder, incluso podría ser verdad…
Claro, tú no lo puedes saber…Entonces, lo que hay que hacer en estos casos es que se le exija a cualquiera que diga un disparate que lo demuestre. Así que me tendrías que responder: ´mira, Jose, tú eres el que dice haber dormido con un extraterrestre, así que… ¡demuéstramelo!´. Es decir, tú no deberías de esforzarte en desmontar mi mentira, sino que tendría que ser yo quien te demostrara mi verdad aportando pruebas que te pudieran convencer de que, efectivamente, ayer dormí con un extraterrestre.
Cambiemos de tema: ¿cómo puedo saber que un complemento alimenticio es un fraude en un único paso?
En un único paso, como consumidor, no puedes saberlo, así de claro te lo digo.
Tu fórmula para saber si un complemento alimenticio es un fraude, si ahora recuerdo bien, tiene cinco pasos y pasa por apuntar los ingredientes y cotejar sus propiedades con lo dispuesto en el Diario Oficial de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA Journal), pero, claro, normalmente la gente toma la decisión de comprar o no un producto en la misma tienda…
Para poder saber que un complemento alimenticio no es un fraude en un paso, la única posibilidad sería exigir que se cumpliese la ley. Si se cumpliera realmente la ley, los consumidores tendrían la certeza de que todo lo que se dice en el envoltorio tiene rango de evidencia científica.
Hace poco una lectora nos preguntó a través del correo electrónico si era verdad que el lúpulo y la alfalfa ponen los senos firmes y bonitos por su contenido en estrógeno. Todavía no le hemos respondido…¿qué le decimos a nuestra lectora?
Que no, que no hay una evidencia científica detrás de esta idea que demuestre esto, eso es lo que tenéis que decirle. A lo mejor ella te responde, ´¡ah!, es que yo leí en una revista que…´, y ahí es donde tenéis que decirle que esto no tiene nada que ver con que una pueda o no leer alguna cosa en una revista, sino que existe un reglamento que dice claramente cuáles son los ingredientes que producen equis efectos a unas determinadas concentraciones y que el lúpulo y la alfalfa no producen este efecto que la lectora comenta. Y ya está, así de tajante.
Me gustaría referirme al cachondeo de las pastillas para broncearse… Me refiero a esas cajas de “Oenobiol” que cuestan 37 euros que tanto sirven para proteger la piel como para “activar el bronceado”. Un auténtico efecto dos en uno que creo que ya has probado en tu espalda…¿con qué consecuencias?
(Ríe) Las consecuencias solamente las ha notado mi bolsillo… Aquí hay dos cosas: una es la efectividad y otra la toxicidad. Estas pastillas no son tóxicas, pero tampoco eficaces, así que es como si te hubieras tomado un placebo, con la precisión de que te han costado 40 euros. Fíjate una cosa, la empresa que fabrica “Oenobiol” ha mandado la formulación de su producto, y yo tengo ese informe, a la Unión Europea para poder decir una serie de cosas y la Unión Europea le ha dicho que no, que no puede decir eso. ¿Y qué han hecho ellos? Pues, con dos bémoles, han decidido comercializar igualmente el producto. ¿Qué debería de pasar ahora? Pues lo que tendría que pasar es que hubiera una sanción, digo yo…
Al igual que se está analizando con lupa el papel de los organismos reguladores en los escándalos, prevaricaciones y “pelotazos” que ha sufrido España en los últimos años, y me refiero a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, al Banco de España o al propio Tribunal de Defensa de la Competencia, habría que hacer una reflexión parecida en estos casos.
Sí, sí, sí. Me repito mucho pero… aquí la EFSA ha dicho una cosa y, vete a saber por qué, por los lobbies, por los intereses económicos que hay, por algún interés personal o por la razón que sea, al final resulta que no se le hace ningún caso al organismo encargado de señalar lo que se puede y lo que no se puede decir. Una empresa no puede saltarse la ley a la torera por mucho que se diga que detrás tenga lobbies.
Lo que no tengo claro es quién debería ser el organismo sancionador, ¿el Ministerio de Sanidad?
Exactamente, debería ser Sanidad porque estamos hablando de salud pública. La clave es que se aplique el reglamento existente y que, si no se cumple, que la empresa sea sancionada por Sanidad, por Comercio o por quien sea, ahí ya no me meto... Si no haces cumplir la ley a las empresas que no lo están haciendo bien, llega un momento en que todas hacen lo mismo y al final esto se convierte en un cachondeo.
¿Qué te gustaría decir de libre iniciativa antes de despedir esta entrevista?
En primer lugar, agradeceos lo que estáis haciendo. El dar la posibilidad a expresarse a muchas personas, cada una de ellas con un punto de vista distinto, es una labor impagable... En ese sentido, repito, quiero agradeceros, de verdad, lo que estáis haciendo en “Comer o no comer”. Pero justo a continuación me gustaría insistir en que además de inculcar a los lectores un espíritu crítico, se necesita impartir una buena educación desde la base. Porque… no nos equivoquemos. Yo soy una persona que en algunas cosas soy muy drástica y lo he de reconocer. Vamos a ver: recibir una buena educación nutricional desde la base es fundamental para que no nos engañen, en eso estamos casi todos de acuerdo. Pero, además, esa información nutricional debe de venir acompañada, paralelamente, de unas medidas legislativas que eviten las cosas que están ocurriendo. Porque sucede que instalar una educación nutricional lleva su tiempo, no es una cosa que sea posible de hoy para mañana. Lo que no se puede consentir es que durante el tiempo que tardemos en instalar esa educación nutricional, mucha gente aproveche la situación para hacer trampas. Por eso es tan importante sancionar a quien boicotee esa educación que no acaba de llegar. No podemos ser tan ilusos como para pensar que la verdad resplandecerá por el simple hecho de impartir esa educación. Hay mucha buena gente, pero también mala gente, así que la cuestión es confiar en la buena gente y, al mismo tiempo, sancionar a la mala gente.