Publicado: Lun, 16/02/2015 - 09:22
Actualizado: Lun, 16/02/2015 - 23:38
Hace algunos días, nos llegó a Julio Basulto, Juan Revenga y a mí una consulta del usuario de Twitter @HugoinHeaven, en la que nos preguntaba cómo se pautaba el destete hace mil años. Con el ánimo de satisfacer su curiosidad, aporté en mi respuesta algunos datos cronológicamente posteriores, pero me quedé con ganas de hablar más de ello, ya que el examen de la práctica de la lactancia en el pasado, como el de cualquier otra asociada a la alimentación humana, nos puede ayudar de muchas maneras a entender mejor el fenómeno en el presente. Es por ello que procederé a continuación a examinar brevemente en qué consistía la lactancia materna hacia finales de la Edad Media.
Antes de empezar, sin embargo, querría hacer algunas precisiones. La primera es que la época medieval comprende un periodo muy amplio y abarca una geografía muy extensa, en la que existen diferencias religiosas y culturales, así como miles de particularidades, por lo que cuando decimos que algo sucede en la Edad Media, es preciso determinar, con la mayor precisión posible, cuándo y dónde sucedió, ya que no debemos considerar que una práctica detectada en un lugar se generalizara en el espacio y en el tiempo, salvo si tenemos un buen motivo para pensarlo. La segunda aclaración es que, en este amplio periodo cronológico, los testimonios documentales se han conservado de forma desigual, siendo mucho mayores los referidos a los últimos siglos medievales. La tercera y última puntualización es que en el breve espacio que permite este artículo no podemos hablar de todo lo divino y lo humano relacionado con la lactancia materna, por lo que daremos solamente unas pinceladas y nos centraremos en algunas de sus dimensiones prácticas.
Madres y nodrizas
Si retrocedemos mil años atrás, nos encontramos en un mundo en el que no existen las leches artificiales y en el que la ingesta de leche fresca recién ordeñada constituye una fuente de infecciones de primer orden, que pondría en peligro la vida de cualquier bebé o incluso de los adultos, los cuales, en nuestro entorno geográfico, consumían los lácteos básicamente en forma de queso. De ahí que en el Medievo la lactancia fuera la fuente natural de alimentación de los niños en las primeras etapas de la vida, a falta de otra alternativa segura.
No obstante, convendrá que hablemos simplemente de lactancia y no de lactancia materna, ya que, como es bien sabido, esta podía ser ejecutada por la madre pero también por otra mujer a la que llamamos comúnmente nodriza o de otras formas (por ejemplo, ama de crianza). La renuncia a la lactancia por parte de la madre era muy frecuente entre la nobleza por considerarse una actividad impropia de su rango, pero recurrir a una nodriza se encontraba extendido entre todas las clases sociales, puesto que era el único medio realmente seguro de que disponían las madres con dificultades en la lactancia para conceder a su descendencia las mejores oportunidades de supervivencia.
La figura de la nodriza evoca una práctica mayormente en desuso desde hace más de cien años pero que hasta entonces fue esencial para contener las enormes cifras de mortalidad infantil que caracterizaron a las diversas etapas preindustriales. Asimismo, nos permite seguir también el rastro de cómo se realizaba la lactancia. Ello se debe a que dicho rol podía ser realizado por familiares de la madre, pero también por esclavas propias o alquiladas a tal efecto (remarquemos, antes de seguir, que la esclavitud estuvo plenamente vigente en la Edad Media) o por personas contratadas para desempeñar dicha función. En este último caso, dichos contratos dejaban rastro documental, ya que eran establecidos ante notario. Tenemos la suerte de que algunos lugares como Barcelona conservan un importante número de protocolos notariales de los últimos siglos medievales, que constituyen una fuente fundamental para conocer la vida social y económica del momento. Fue precisamente esto lo que permitió al historiador Josep Hernando i Delgado hacer un estudio de un conjunto de contratos realizados a nodrizas y datados en el siglo XIV[1], donde sobresalen algunos aspectos prácticos muy llamativos.
¿Cuánto duraba la lactancia?
Uno de ellos es que los contratos tanto se podían establecer antes del nacimiento del bebé, como en cualquier momento de su vida. Así, se detectan contratos establecidos desde momentos tan tempranos como cuando el bebé tiene 5 o 10 días, hasta la edad de 16 meses o, en un caso en concreto, de 2 años y medio. Ello retrotrae con claridad algunas posibles tendencias. En algunos casos, porbablemente, la madre iniciaba la lactancia pero era sustituida al cabo de un tiempo por una nodriza, o bien diferentes nodrizas se ocupaban de un mismo lactante a lo largo de sus primeros años de vida. Por lo que se sabe, la lactancia se realizaba durante un extenso periodo de tiempo, de lo cual dan fe los contratos y los plazos estipulados, que oscilan desde los 4-6 meses, hasta los 29 meses y, en un caso, se extiende durante 4 años y 10 meses.
La aparentemente larga duración de estos contratos no debería sorprendernos. En los tres primeros años de vida, al menos en este entorno geográfico y en la época a la que nos referimos, la lactancia tendía a protagonizar la alimentación infantil de manera prácticamente exclusiva, si bien la incorporación de algunos alimentos podía realizarse de manera muy incipiente, incluso en los primeros días de vida. Las tomas se realizaban directamente del pecho, al menos hasta la aparición de la dentición. De ahí que en algunos contextos, entre el segundo y el tercer año, podía producirse un proceso de destete mediante procedimientos tales como untar los pechos con sustancias amargantes.
Transcurridos los tres años se intensificaba la presencia de otros alimentos, pero sin abandonar la lactancia. En relación con esta segunda fase, la historiadora Teresa Vinyoles ha detectado en su análisis de la documentación hospitalaria barcelonesa del siglo XV el establecimiento de contratos con nodrizas denominados a mitja llet (a media leche), concepto que refleja el mantenimiento de la lactancia, aunque con menor peso específico, a partir de estas edades. El resto de la dieta consistía en la ingesta de purés de verduras o de legumbres, carne picada y otros alimentos líquidos o triturados, a los cuales se habituaba ya de manera decidida a los niños en un periodo que podía durar hasta cuatro años más. En ese mismo espacio de tiempo tenía lugar también todo un conjunto de aprendizajes infantiles –a hablar, a vestirse, etc.– que, al culminarse, ponían punto y final a la primera etapa de la infancia y también a la lactancia[2].
¿Son las creencias erróneas cosa del presente?
Otro dato interesante es que, por ejemplo, diversos contratos examinados incluyen la cláusula de que las nodrizas no debían hacer nada que pudiera deteriorar la calidad de la leche o disminuir la cantidad. Entre los actos excluidos se encontraría el mantener relaciones sexuales, con el fin de que la nodriza no se quedase embarazada, ya que ciertos tratados médicos de la época, inspirados por el El libro de la generación del feto, el tratamiento de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos de Arib Ibn Sa'id (obra del siglo X), alertaban de que el embarazo deterioraba la leche de la mujer lactante. Así lo expresaba el tratado de Arib Ibn Sa'id:
«La nodriza que vaya a dar el pecho al niño convendrá ...que no haya recientemente parido ni esté embarazada, pues la leche se corrompe y se convierte en agua y con ella se nutre el feto en el útero y en este caso se interrumpirá por necesidad de alimento»[3]
Por el contrario, sí que existían cláusulas que contemplaban que la nodriza estuviera amamantando también a su propio hijo y que siempre preveían que la prioridad en la lactancia fuera para el bebé de la familia con la que se había establecido el contrato.
Otros ejemplos permiten mostrar que, como sucede en el presente, la práctica de la lactancia iba acompañada de creencias poco fundamentadas. Estas podían afectar a cuestiones tan dispares como la edad ideal para lactar o al momento en que la madre debía iniciar la lactancia. Mientras que en los contratos barceloneses analizados por Josep Hernando la edad de las nodrizas raramente se menciona y, cuando aparece, se trata de mujeres jóvenes de entre 14 y 20 años, en tratados europeos de finales de siglo XV se recoge como periodo ideal para el ejercicio de la profesión una edad comprendida entre 20 y 30 años o incluso hasta los 35. En uno de ellos, el Regiment der Kinder, de Bartholomeus Metlinger, autor que ejerció de médico infantil en diversas regiones de la actual Alemania, se señala que no debía proporcionarse leche de la madre a un bebé hasta 14 días después del nacimiento, ya que la calidad de la leche no era lo bastante buena. La recomendación de dejar pasar unos días hasta ofrecer al recién nacido leche de la madre se remonta de hecho hasta la Antigüedad[4], contrariamente a lo que aconsejaría hoy cualquier entidad de referencia en nutrición infantil: tanto la Organización Mundial de la Salud como UNICEF recomiendan que las madres comiencen a amamantar a sus hijos en su primera hora de vida[5].
A modo de conclusión
Todo lo mencionado en este breve texto evidencia el papel esencial que la lactancia desempeñaba unos 700 años atrás y sin duda no es menor el que tuvo en los primeros siglos medievales, ni tampoco en periodos anteriores o posteriores. Las alternativas a la misma, aseguraban una alimentación inadecuada o un incremento de la mortalidad infantil y es quizá por ello que en las sociedades medievales se recurría asiduamente al servicio de las nodrizas, gracias a las cuales nuestro conocimiento de la práctica de la lactancia va más allá de lo que contienen las recomendaciones de los tratados médicos. Pero tal vez la idea más importante que podemos rescatar es que la lactancia no solo es, sino que siempre fue sinónimo de salud infantil y ello no puede más que animarnos a seguir promoviendo su práctica. En caso de tener dudas al respecto o estar interesado/a en la misma, no te pierdas el próximo libro de Julio Basulto, Mamá come sano, a quien debo también agradecer algunas observaciones y aportaciones al presente texto.
[1] Hernando i Delgado. J. L'alimentació làctia dels nadons durante el segle XIV: les nodrisses o dides a Barcelona, 1295-1400, segons els documents dels protocols notarials. Estudis històrics i documents dels arxius de protocols, 14 (1996), 39-158.
[2] Vinyoles i Vidal, T. M. Alimentació i ritme del temp a Catalunya a la baixa Edat Mitjana. Ir Col·loqui d'Història de l'Alimentació a la Corona d'Aragó, Vol. 1. LLeida: Institut d'Estudis Ilerdencs, 1995, 115-152.
[3] ARJONA CASTRO, «El libro de la generación del feto, el tratamiento de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos» de Arib /bn Sa 'id (Tratado de Obstetricia y Pediatría hispano iirabe del siglo X), Córdoba: Publicaciones de la Excma. Diputación Provincial, 1983. Citado por Hernando i Delgado, J. L'alimentació làctia.., 52.
[4] Prühlen, S. What was the Best for an Infant form the Middle Ages to Early Modern Times in Europe? The Discussion Concerning Wet Nurses. Hygiea Internationalis: an interdisciplinary journal for the history of public health, 6-2 (2007), 195-213.