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“Comensales, consumidores y ciudadanos”

Actualizado: Lun, 27/01/2014 - 09:42

Desde el siglo IV se viene entronizando al ayuno como una forma de purificación y de elevación espiritual
La burbuja alimentaria ha motivado que la cocina haya sido elevada a la categoría de arte
Las campañas de boicot alimentario tienen a la hora de verdad serias dificultades para cambiar los hábitos alimentarios de una manera duradera

Juanjo Cáceres y Elena Espeitx llevan ya un tiempo “echando humo” intentando descubrir los múltiples significados de la alimentación en el siglo XXI. Fruto de sus desvelos publicaron en 2010 este libro para ofrecer una visión global de los comportamientos alimentarios y algunas de sus manifestaciones: desde la “burbuja gastronómica”, hasta la razón por la que los boicots alimentarios contra algunos alimentos catalanes tienen tan poco éxito.

A continuación extractamos algunos “bocados” de la mencionada obra por si sirven para abrir el apetito de nuestras lectoras y lectores.

“No vamos a hablar tanto sobre qué o cómo comemos, sino más bien sobre como sentimos y como pensamos la alimentación, así como de la forma en que estas maneras de sentir y pensar inciden en nuestras actitudes, y éstas en nuestras prácticas y comportamientos cotidianos. Lo haremos con el fin de reflejar que a través del hecho alimentario expresamos mucho más de lo que a menudo somos conscientes. A través de la alimentación (…) trasmitimos visiones del mundo y proyectamos lo que queremos que el mundo sea (…). De eso vamos a hablar; evidenciarlo, es la finalidad última de este libro”.

“Ya en el siglo IV algunas sociedades occidentales establecieron el ayuno como una conducta de restricción alimentaria, orientada a alcanzar la pureza del corazón ante Dios (…) Más tarde, durante la edad media y la edad moderna, numerosas mujeres religiosas practicaron la restricción alimentaria severa y el ayuno como vía para alcanzar el deseo de ascesis y la elevación espiritual, una práctica que ha sido denominada “anorexia santa” que las llevaba, en algunos casos, hasta la muerte. En un contexto muy diferente, a finales del siglo XIX, algunas jóvenes de las clases burguesas renunciaron a comer para alcanzar la perfección espiritual y el ideal de feminidad de la época. Todos estos ejemplos revelan que la anorexia y la bulimia no son trastornos propios de una preocupación por el embellecimiento sino de una estrategia, de un medio de trasformación del cuerpo, cuyos objetivos pueden variar según el contexto social y cultural en que tienen lugar”.

“Otras líneas de trabajo por las que la industria está apostando durante los últimos tiempos son los llamados alimentos “funcionales”, que se presentan como promotores de la salud. Se utiliza este término para referirse a alimentos o ingredientes alimentarios aislados que, aparte de sus contribuciones nutricionales específicas, puedan mejorar el estado de salud (…) La apariencia de los alimentos funcionales debe de poderse asimilar a la de los alimentos convencionales y deben poder integrarse en una dieta normal. También tiene que haberse demostrado que tiene efectos beneficiosos y/o pueden reducir el riesgo de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación (…) Todos estos productos son fruto de la industria alimentaria, que destina amplios recursos humanos y económicos a la innovación constante, con el objetivo de penetrar en segmentos de mercado cada vez más especializados”

“La cocina, elevada en algunos ámbitos a la categoría de arte, se ha convertido en un elemento que impregna con fuerza muchos ámbitos de la vida pública y todo ello emana, en buena medida, de los agentes culinarios, que han encontrado un fuerte eco en muchos ámbitos de la sociedad, como denotan, por ejemplo, la centralidad de la gastronomía en las actividades turísticas, la profusión de espacios de cocina en las televisiones, la ubicación de secciones específicas en diarios y revistas o el éxito general con el que cuenta la venta de libros sobre cocina. Que el fenómeno gastronómico no es algo reciente, debe de ser subrayado (…) es importante señalar que es casi igual de intenso el flujo de mensajes que relacionan la alimentación con la salud, como con el mundo de la cocina y de los cocineros”

“Las campañas de boicot siguen diferentes modelos: las de derechos humanos, dirigidas sobre todo contra regímenes opresores o racistas, como las habidas en su momento contra Sudáfrica, o la lucha contra las cincuenta principales empresas que producen armas nucleares; las de asuntos referidos al medio ambiente, como las campañas en defensa de las selvas tropicales; de defensa de los animales, como las iniciativas contra las prácticas de la empresa Heinz, para protestar contra la matanza de delfines durante la pesca del atún; las realizadas contra las firmas que hacen experimentación con los animales, o las diferentes campañas contra el uso de pieles animales. Este instrumento puede tener mayor o menor éxito, ser más o menos efectivo, pero en cualquier caso la implicación de partes significativas de la población suele ser puntual, episódica, por lo cual afecta muy poco a los comportamientos de consumo individuales (…) En definitiva, este instrumento del “consumidor” puede tener efectos, incidir en realidades, pero sin modificar mayormente las pautas y las prácticas de consumo, ni sus lógicas. Ni siquiera cuando los boicots presentan un éxito relevante. Recuérdese, por ejemplo, el boicot puesto en marcha en 2004 pero consolidado, sobre todo, en los últimos meses de 2005 contra los productos catalanes, y en particular los alimentarios, difundido ampliamente por los canales de comunicación que ponen a nuestro alcance las nuevas tecnologías de la información. Dicho boicot fue reconocido como relevante por el sector más afectado, el del cava, pero ello ni modificó las prácticas de consumo y sus lógicas dominantes –el cava se siguió consumiendo, pero cambiaron temporalmente las preferencias de una parte de sus consumidores en cuanto a las zonas de abastecimiento–, ni tuvo un efecto duradero –en la Navidad de 2007-2008, su efecto ya se había diluido. Una muestra más, pues, de que los objetivos ideológicos y políticos expresan serias dificultades para ser vehiculados a través del consumo alimentario”.

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