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La prodigiosa aventura del té

Actualizado: Sáb, 31/08/2013 - 13:26

En la página 271 de “Historia de la Gastronomía”, Néstor Luján reveló con su habitual maestría algunos antiguos tratados sobre este arbusto procedente de Extremo Oriente que alcanza hasta los cuatro metros de altura. Y también explicó la diferencia entre el té verde y el té negro y los momentos en los que conviene sorber esta infusión. Por ejemplo, ante una clara ventana y un escritorio limpio o en días de leves chaparrones.

(…) “El té es conocido en Europa desde finales del siglo XVI. Lo traen los portugueses, que hoy todavía le llaman “cha” –del chino madarín Tche–. En China se conocía desde el año 2737 antes de Jesucristo, la época del emperador Sheng-tung. La leyenda merece la pena ser contada: el emperador era un hombre muy preocupado por la higiene del pueblo; observó que en algunas regiones de su imperio disminuía el azote de las epidemias. Averiguó el motivo y se enteró que sólo bebían agua hervida, instintiva defensa contra la infección. El sabio Sheng ordenó que todo el Imperio hiciera lo mismo”.

(…) “Un alto emperador, K´ien Long, lo consagra bebida nacional: “Indescriptible, aunque perceptible y sabroso es el estado de sosiego que provoca el té, esta bebida preciosa que disipa las cinco causas de la tristeza”.

(..) “Según su elaboración, el té se clasifica en dos categorías principales: el té verde y el té negro, al que los chinos llaman, más lógicamente, té rojo. Hay quien cree que corresponden a variedades botánicas distintas, pero ello no es cierto. Depende simplemente del tratamiento que sufren las hojas al ser recogidas. El té verde, predilecto de los chinos, y de quien esto escribe, a pesar de las deliciosas e inolvidables tazas de té negro que toman en Sri Lanka (Ceilán), está sin fermentar. Las hojas del té verde son simplemente desecadas al sol o en desecadores especiales. Las del té negro son fermentadas en salas húmedas y calurosas con distintos procedimientos”.

(…) “La literatura sobre el té es copiosa y poética. (…) T’ien Yiheng, en 1570, redactó su celebérrimo “Chuch’ wan Hisiaop’ in” (Ensayo sobre hervir agua en  una fuente). Recojamos una de sus provechosas sentencias: “Uno bebe té para olvidar el ruido del mundo: no es para quienes comen ricas comidas y visten pijamas de seda”.

(..) "El “Ch’ asu” de Hsu Ts’ eshu es quizás el más refinado de estos tratados".

Copiamos sus delicadísimas normas para el goce deleitoso del té, no tanto porque tengan sustento científico, sino por haber sido elaboradas en una época en la que las palabras acariciaban los oídos con la dulzura de una arpa de Sanghai.

Momentos adecuados para tomar el té:

  • Cuando se tiene el corazón y las manos ociosas.
  • Cansado después de leer poesía.
  • Si se escuchan canciones y cantinelas.
  • Encerrado en el hogar durante una fiesta.
  • Tocando el “ch’ in” y mirando pinturas.
  • Dedicado a la conversación, muy tarde, por la noche.
  • Ante una clara ventana y un escritorio limpio.
  • Con amigos encantadores y gráciles concubinas.
  • De regreso de una visita a los amigos.
  • Cuando el día es claro y dulce la brisa.
  • En un día de leves chaparrones.
  • En un bosque de altos bambúes.
  • Después de haber encendido incienso en un pequeño estudio.
  • Después de terminada una fiesta y marchados los huéspedes.
  • En un templo tranquilo, escondido.
  • Cerca de manantiales famosos y rocas extrañas.

Momentos en que se debe cesar de beber té:

  • Trabajando.
  • Mirando un juego.
  • Abriendo cartas.
  • Durante grandes lluvias o nevadas.
  • En un largo festín de vinos con buena compañía.
  • Revisando documentos.
  • En días atareados.
  • En las condiciones contrarias, en general, a las enumeradas en la sección anterior.

Cosas que se deben evitar:

  • Agua mala.
  • Utensilios malos.
  • Cuchara de bronce.
  • Marmitas de bronce.
  • Jarras de madera (para el agua).
  • Madera en el fuego (a causa del humo).
  • Carbón de leña blando.
  • Sirviente ordinario.
  • Doncella de mal talante.
  • Trapos sucios.
  • Toda clase de incienso y remedios.

Cosas y lugares que hay que tener lejos:

  • Cuartos húmedos.
  • Cocinas.
  • Calles ruidosas.
  • Niños llorones.
  • Personas acaloradas.
  • Sirvientes discutidores.
  • Cuartos calientes.

(…) “Otro libro fundamental es el “Ch’ a-chiech” de Ti’ s Lung (aproximadamente, 1592). Suya es aquella inolvidable disquisición:

“La primera taza humedece mis labios y mi paladar, la segunda acaba con mi soledad, la tercera penetra hasta mis entrañas estériles y sugiere cinco mil volúmenes atiborrados de sorprendentes ideogramas. La cuarta me obliga a sudar ligeramente y todos los males de esta vida se escapan por los poros. A la quinta taza, la purificación es un hecho y la sexta me atrae hacia las regiones de la inmortalidad. La séptima taza, ¡ah! no puedo beberla ya. Sólo deseo la caricia de la brisa ligera y fresca del viento que levanta mis mangas. Dejadme partir sobre el ala de este viento y abandonar la tierra”.

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