Publicado: Vie, 24/05/2013 - 11:34
Actualizado: Dom, 15/09/2013 - 23:21
De la misma forma que existe la “canción del verano”, algo parecido sucede con las dietas milagro…. Sus “intérpretes” acostumbran a ser famosas como Beyoncé, Britney Spears, Christina Aguilera, Gwyneth Platrow o Kim Kardassian que suelen dar el “cante” con propuestas nutricionales carísimas, disparatadas y en absoluto “armónicas”.
La conocida revista del corazón In Touch, llenita a rebosar de chismorreos y líos de diverso pelaje, no es en absoluto santo de nuestra devoción. En “Comer o o no comer” somos de otra clase de prensa del corazón, como por ejemplo de la Revista Española de Cardiología. Sea como fuere y aunque suscribimos a pies juntillas que “comprarlo es alimentarlo”, sabias palabras que incluyó en 1995 el genio Michael Jackson en su canción “Tabloid Junkie”, la semana pasada sucumbimos al comprobar que la portada de In Touch (número 344) estaba dedicada a las “famosas yoyó”. Con gafas de sol y la cabeza gacha compramos la revista, tras revisar a izquierda y derecha que no había ningún Valentí Fuster a la vista para reprendernos (con razón).
Con buen criterio, y para nuestra sorpresa, en la publicación aparecía la siguiente frase: “¡Ojo! Subir y bajar de peso rápidamente les puede pasar factura”. Un acierto …que nos recuerda a esta otra frase “hasta un reloj parado da bien la hora dos veces al día”. Por lo demás y para ilustrar el artículo, la portada reproducía la imagen de la cantante Beyoncé con un bañador atigrado que hacía resaltar sus conocidos excesos con los helados y las hamburguesas.
Según “In Touch”, famosas como Eva Longoria, Britney Spears, Christina Aguilera, Lady Gaga y Mariah Carey y demás “beautiful people”, juegan con su peso como quien hincha un globo para luego deshincharlo (escuchando el ruidito estridente que emite al estirar la boquilla) y volver a empezar otra vez con la broma. La metáfora no va muy desencaminada, ya que a mayor número de veces que hinchemos y deshinchemos el globo, más se deteriora y mayor es el riesgo de que explote. Algo así sucede tras jugar con el peso corporal, ya que genera un mayor riesgo de morir de forma prematura, según recoge una importante guía de prevención y tratamiento de la obesidad.
Por lo demás, cada vez que llega el mes de mayo las principales dietas milagro se posicionan en los kioskos para dar cuenta de las excentricidades de las famosas y de los famosos. Hace poco, por ejemplo, un artículo de ABC titulado “Las locas dietas de las famosas” informaba de la dieta adelgazante para mejorar la sexualidad que proclama Kim Kardassian y que, según reseñaba, la noticia “ha desatado una histeria colectiva en EE.UU.” Por cierto, en el artículo intervenía el doctor Adelardo Caballero, director del Instituto de la Obesidad, quien con buen tino se limitó a declarar:
“Se basa en algo tan absurdo como tomar solo mariscos, ostras, almejas y berberechos asociados a la vitamina E, resultando un régimen caro, desequilibrado que, además, no cuenta con el apoyo de ninguna razón fisiológica que demuestre que los bivalvos aumenten la actividad sexual”.
Y que conste que no es la única locura que ha saltado a la primera página de las revistas: al parecer, Maríah Carey también está dando el cante con otra dieta absurda y se le ha metido (o le han metido…) en la cabeza que solo se puede comer alimentos de color púrupura, mismo caso que la almibarada Gwyneth Platrow que en su último libro (que no citaremos…) promociona la dieta alcalina que impulsa Victoria Beckham y que también cuenta con el favor de otras eminencias en asuntos nutricionales como Demi Moore y el cantante Sting.
Pero lo más importante es que tal y como recogió un artículo recientemente publicado en Consumer.es, quien se entretiene con estos yo-yós (con la ganancia de peso que sobreviene tras una disminución inicial, seguida por un nuevo comienzo del ciclo) tiene más números para ganar un premio que consiste en engordar mucho y para siempre, como les estaría sucediendo a las pobres (sic) Beyoncé, María Carey y demás estrellas de la farándula.
Más reciente que el artículo de Consumer, cuya lectura recomendamos, es una impecable investigación recién publicada en el American Journal of Clinical Nutrition, (revista de la que sí nos vanagloriamos de ser fieles seguidores…). El estudio corrobora algo bien sabido por la comunidad científica: perder peso haciendo una dieta muy baja en calorías (las preferidas por los charlatanes dietéticos, pero vilipendiadas por los expertos en nutrición) se acompaña de una disminución desproporcionada en la “termogénesis adaptativa”. O sea, el cuerpo se vuelve más “ahorrador” y buena parte de las calorías consumidas a partir de entonces acaban yendo de buen grado a nuestras reservas de grasa. La investigación añade algo particularmente deprimente: dicha desproporción se mantiene hasta un año después de finalizada la dieta. Una puñalada trapera para el metabolismo, vamos.
Igual de reciente, e igual de “apuñalante”, es una investigación aparecida en Neurimage, que ha querido comprobar si la restricción dietética aumenta el riesgo de comer en exceso debido a una alteración cerebral. La alteración consiste en un aumento de la capacidad de respuesta de las regiones del cerebro implicadas en la ingesta. Sus resultados confirman la hipótesis: cuando restringimos voluntariamente las calorías que tomamos, nuestro cerebro nos responde con mayor intensidad al presenciar o ingerir alimentos apetitosos. Este es uno de los motivos por los que, según los autores, las dietas estrictas no producen una pérdida de peso duradera.
Una última reflexión: cuando una pared está agrietada, ¿dejas que la repare el quiosquero que te ha vendido el In Touch de este mes? Nosotros preferiríamos acudir al consejo general de colegios de arquitectos, la verdad. De la misma manera, si quieres quitarte el exceso de peso que tienes (o crees tener…), no acudas al primer sacamuelas autodenominado “experto en nutrición” que se cruce en tu camino y ponte en manos de dietistas-nutricionistas en toda regla precisamente para no acabar como Beyoncé: pagando el precio del "efecto yoyó" por querer llevar la voz cantante en su pérdida de peso.