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La tribu paleolítica y la “comida real” sabor avellana

Actualizado: Lun, 10/02/2020 - 13:11

Ambrosia, de Paleobull. ¿Comida real?
El hecho de que Carlos Ríos, uno de los estandartes del realfooding, apadrine una crema de cacao, ha causado extrañeza entre algunos dietistas-nutricionistas, pues la imagen más extendida de la llamada ´comida real´ se relaciona con frutas y verduras frescas
Eduard Baladia, responsable del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, fue de los primeros en escribir un tuit cargado de ironía: “#Dietistanutricionista @nutri_rivers y @paleobull inventan doble #placebo para destruir el #Matrix creado por la industria alimentaria. Llamado #Ambrosia, parece un ultraprocesado y un alimento innecesario (pero no lo es), y nadie diría que es paleolítico (pero lo es) #ironiaon
Para el pediatra Carlos Casabona, no es buena idea que un profesional influyente que lucha por una alimentación saludable (denominada “real” por él mismo), apadrine un producto procesado muy caro, muy dulce y muy calórico
La divulgadora científica Deborah García Bello, ha apuntado, en relación al realfooding, que aún teniendo este movimiento cosas positivas (algo que nadie discute), construir historias de buenos y malos es una estrategia habitual en la posverdad

El dietista-nutricionista Carlos Ríos, famosísimo a raíz de haber divulgado en Instagram y otras redes sociales la “comida real” o realfooding y también por denunciar a la industria alimentaria por tenernos en “Matrix”, esto es, “en un entorno perfectamente diseñado para que sigamos consumiendo productos ultra-procesados sin oponer resistencia alguna”, como le gusta decir a él, ha lanzado la “Crema de Cacao Saludable Ambrosía”, cuyo tarrito vende la empresa “Paleobull” por 7,95 euros del ala.

Esta circunstancia ha motivado la extrañeza de algunos dietistas-nutricionistas, caso de Eduard Baladia, responsable del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, quien el 26 de abril del pasado año escribía este tuit cargado de flema británica: “#Dietistanutricionista @nutri_rivers y @paleobull inventan doble #placebo para destruir el #Matrix creado por la industria alimentaria. Llamado #Ambrosia, parece un ultraprocesado y un alimento innecesario (pero no lo es), y nadie diría que es paleolítico (pero lo es) #ironiaon”.

Desde entonces, algunas internautas han dado su parecer en Twitter, provocando un cierto runrún en las redes sociales. Patricia Martínez escribe: “Bienvenid@s al maravilloso mundo del conflicto de interés. Nada como una crema de cacao a 8€ para sentir que lo que comemos es 100% natural y muy #realfood #ambrosia. ¡Estamos salvados!”.

Por su parte, la divulgadora científica Deborah García Bello, ha apuntado, en relación al realfooding, que, aún teniendo este movimiento cosas positivas (algo que nadie discute), construir historias de buenos y malos es una estrategia muy habitual en la posverdad, como puedes escuchar en este vídeo que colgó el pasado mes de diciembre en su canal de YouTube.

Asimismo, el pediatra Carlos Casabona, autor del libro “Tú eliges lo que comes” (Paidós) y experto en sobrepeso infantil, apunta lo siguiente en relación a la crema de cacao sabor avellana: “No es una buena idea que un profesional influyente que lucha por una alimentación saludable (denominada “real” por él mismo), apadrine un producto procesado muy caro, muy dulce y muy calórico; sería más coherente ser embajador del plátano de Canarias o de la naranja valenciana o del espárrago de Navarra. Una de las razones por las que la los niños les cuesta comer frutas y verduras es precisamente por estar acostumbrados a sabores intensos provenientes de productos  muy procesados”. 

Finalmente, tras volver a hablar con Eduard Baladia en febrero de 2020, nos ofrece una opinión que, mucho se teme, será impopular: “hasta la venta del primer producto, el realfooding se veía como un movimiento de alfabetización y empoderamiento del consumidor. En cambio, ahora deberemos mirarlo como un posible generador de un "Matrix alternativo", indica, es decir, "como un entorno perfectamente diseñado para que, llegado el momento adecuado, se puedan vender productos fútiles e innecesarios sin que nadie oponga resistencia”.

En vista de semejantes opiniones, hemos decidido escribir algo sobre la llamada comida real. Veamos…

Dice el evangelio

“Aquel que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Recordemos la historia: un buen día, Jesús se dirigió al monte de los Olivos, donde los escribas y los fariseos le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés ordena que dichas mujeres sean apedreadas; tú, ¿qué dices?”. A lo que Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Pero, como insistían en sus preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: “Quien de vosotros esté sin pecado que lance la primera piedra”, palabras que provocaron que los oyentes se fueran retirando uno a uno, empezando por los más ancianos. Al poco, Jesús se quedó solo con la mujer, que permanecía allí de pie, en el centro. Jesús se incorporó y le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Jesús le respondió: “Tampoco yo te condeno. Ve, y en adelante, no peques más” (para más información: capítulo 8 del Evangelio, según san Juan).

Dice la mitología griega (que no la paleolítica…)

El 11 de marzo de 2015, “Comer o no Comer” publicó una entrevista con Montserrat Jufresa, catedrática emérita de filología griega en la Universidad de Barcelona y autora de una veintena de libros sobre la Antigua Grecia, titulada “Viaje a la antigua dieta griega”, donde esta experta nos explicó, entre otras cosas, que el menú de los dioses griegos consistía en “ambrosía y néctar”, por lo que le interrogamos qué era exactamente la ambrosía. He aquí lo que respondió Jufresa: “No se puede saber, porque era la comida de los dioses. Precisamente por esta razón, ambrosía significa algo que no es de mortales. Los textos antiguos únicamente señalan que los dioses se alimentaban con comida diferente a la que consumían los mortales, pero nadie sabe qué era exactamente la ambrosía”

Sin embargo, este secreto, que había permanecido celosamente oculto desde tiempos inmemoriales, ha sido finalmente desvelado por la empresa Paleobull. A saber (copio literalmente): “Ambrosía es nuestra deliciosa crema de cacao y avellanas saludable, elaborada con dátiles, cacao, avellanas y aceite de oliva virgen extra (AOVE)”.

Caso cerrado, pues.

Dice “Comer o no Comer”

Curiosamente, la revista "BuenaVida" me pidió que escribiera un reportaje sobre la llamada “comida real”, lo que me llevó a ponerme en contacto tanto con Carlos Ríos como con Eduardo Baladia, a quienes entrevisté largo y tendido. Fruto de las conversaciones que mantuve con ambos y de lo que averigüé por mi cuenta, el 5 de diciembre de 2018 publiqué este artículo en el diario “El País” que titulé “¿Alimentarse solamente con “comida real” es irreal?”, aunque finalmente el reportaje salió publicado con otro título distinto: “Por qué casi medio millón de personas siguen en Instagram a este nutricionista de Huelva”. En vista del creciente interés que motiva la llamada “comida real”, reproduzco de nuevo parte de su contenido, por si pudiera “alumbrar” a nuestros lectores como en su día hizo la lámpara de Diógenes.

El artículo que escribí hace un año y medio decía lo que puedes leer a continuación:

Cuando el bosque se torna frondoso, resulta relativamente fácil perderse y acabar rodeado de oscuridad. Sin embargo, casi siempre hay un camino que sortea el follaje y conduce a un lugar abierto donde es más sencillo orientarse.

Por este motivo, propuestas como la “comida real” o real food son percibidas por buena parte de la población como un farollillo capaz de alumbrar el camino o como las migas de pan que esparcía Pulgarcito para regresar sano y salvo a casa.

Tal vez ello explique la buena acogida que ha tenido en España el movimiento real fooding, un estilo de vida que, según señala el dietista-nutricionista, Carlos Ríos, su principal valedor, se basa en evitar los productos ultra-procesados y en reivindicar la comida de nuestras abuelas. 

Desde que este dietista-nutricionista onubense decidiera en el año 2017 impulsar la “comida real”, es decir, alimentos lo menos procesados posibles, más de 467.000 personas siguen la actualidad de este movimiento en Instagram, otras 67.000 lo hacen en Facebook y cerca de 40.000 en Twitter. “La mayor parte son millennials de entre 20 y 35 años”, desvela Ríos.

A su vez, el real fooding ha proporcionado también cobijo a algunos partidarios del estilo de vida que imperaba en el Paleolítico, cuando no se consumían cereales, alimentos lácteos y azúcares refinados.

Sin embargo, no puede decirse que el real food sea un movimiento nuevo. El concepto surgió en la primera década del siglo XXI cuando el epidemiólogo brasileño Carlos Monteiro impulsó varios estudios para poner de relieve que el grado de procesamiento de los alimentos podía ser tan relevante como su contenido en nutrientes. Así, en un artículo publicado en 2010 en la revista World Nutrition, Carlos Monteiro y Geoffrey Cannon, del Centro de Estudios Epidemiológicos en Salud y Nutrición de la Universidad de Sâo Paulo de Brasil, señalaban: “el factor más importante en la actualidad es saber qué se hace con los alimentos y los nutrientes contenidos originalmente en ellos, antes de que sean comprados y consumidos. En otras palabras, el gran tema es el procesamiento de los alimentos; o dicho de manera más precisa, la naturaleza, extensión y propósito del procesamiento, así como lo que les ocurre a los alimentos y a nosotros como resultado”. 

Con todo, Monteiro quiso dejar claro en su momento que ello no implicaba que las únicas dietas saludables fueran las consistentes solo en alimentos sin procesar (“nadie va a sufrir como resultado del consumo realmente ocasional de papitas en bolsa, galletas o hamburguesas”, anotaba Monteiro en el año 2010) sino que lo realmente preocupante era la proporción de productos altamente procesados que la población se había acostumbrado a ingerir en su día a día. 

No obstante, no ha sido hasta el año 2017 cuando la “comida real” ha reclamado su lugar en España a través de las redes sociales, donde literalmente ha arrasado en Instagram. Según argumenta el dietista-nutricionista Carlos Ríos en la web que ha creado para popularizar el real fooding, “los ultra-procesados mantienen a los humanos en MATRIX, en un entorno perfectamente diseñado para que estos sigan consumiendo ultraprocesados sin oponer resistencia”, anota.  

Un poco más adelante añade: “pero lo indignante es la compra de profesionales sanitarios, de sociedades científicas, de docentes o consensos de expertos, que son influenciados por este lobby de los procesados para recomendar estos productos a la población de forma directa o indirecta”.

Obviamente, este discurso ha calado en la opinión pública, especialmente entre quienes detectan una mano negra en el rumbo que ha tomado la alimentación. Según explica Ríos a través del teléfono, las sociedades científicas no están denunciado con la suficiente firmeza el impacto de los productos ultra-procesados sino, que antes al contrario, su actitud sigue siendo muy condescendiente. “Todavía hoy se argumenta que no hay alimentos buenos ni malos –apunta– y que el problema aparece cuando las calorías que se ingresan con la alimentación superan a las que se gastan con la actividad física. Pero estas sociedades científicas no informan, en cambio, de que los productos ultraprocesados te hacen ingerir más calorías por su potencial adictivo”, esgrime. 

“En realidad, la industria alimentaria no conspira para matarnos, sino que ofrece su producto para ganar dinero. Y como más lo hace es con los ultra-procesados. Pero si los consumidores decidimos comprar otro tipo de alimentos, la industria tendrá que pivotar para adaptarse a esta demanda”, reflexiona Ríos en relación al auge de lo que denomina fake food o comida falsa (en Instagram se ha popularizado también la etiqueta #foodporn para nombrar la tendencia de fotografiar comida con un alto contenido calórico).

Pero…¿cómo es posible distinguir los productos beneficiosos para la salud de los perjudiciales? Ríos da una pista: que la lista de ingredientes que detalla la etiqueta no exceda los cinco ingredientes y que ninguno de ellos sea azúcar, sal, harina o grasa vegetal.

Sin embargo, pese a triunfar en las redes sociales, el discurso de la “comida real” no ha calado en la mayoría de los dietistas-nutricionistas. Buena parte de los artículos que han publicado diversos dietistas-nutricionistas de probada independencia, han puesto de manifiesto las lagunas de este movimiento. Algunos han criticado el excesivo número de excepciones que invalidan la norma de que los productos procesados son malos por definición, caso, por ejemplo, del tofu, el tomate frito en lata (cuyo contenido en licopeno es superior al del tomate fresco), los pepinillos encurtidos en vinagre, el aceite de oliva, el café molido, el gazpacho envasado…

Asimismo, otros expertos se han visto obligados a intervenir en algunos foros de Facebook para aclarar que elaborar una receta en casa no tiene por qué ser sinónimo de saludable, poniendo el ejemplo de que la bollería no por ser casera tiene una menor densidad calórica.

Tal vez por ello, la aspiración del real food de convertirse en algo parecido a la Osa Menor (Ursa Minor) para así poder guiar a los desorientados comensales hacia una nueva constelación nutricional no ha terminado de encontrar su arcadia feliz por diferentes motivos.

Eduard Baladia, responsable del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética, señala, por ejemplo, que lo más positivo de este movimiento ha sido poder establecer una regla fácil de recordar (comer alimentos frescos) que, sin lugar a dudas, puede conducir hacia actitudes y patrones saludables. “Hay que tener en cuenta que la mayoría de las recomendaciones nutricionales son complejas”, admite. 

“El problema es que hay alimentos procesados que son saludables, como las ensaladas de quinta gama”, indica a modo de ejemplo para significar que la raya divisoria que separa al infierno del cielo (nutricional) deja en fuera de juego a muchos alimentos interesantes. “Por ejemplo, pensar que el pan es malísimo para la salud por producirse de manera industrial no se ajusta a la realidad. El pan integral, aunque no se elabore de manera casera, es igualmente compatible con la salud”, recuerda.

El real food no es nada nuevo, sino algo de lo que se viene hablando desde hace años, pero que ahora ha encontrado un entorno sorprendente en las redes sociales”, aprecia Baladia. “Aunque es completamente cierto que ha crecido el consumo de productos procesados, no puede hacérseles responsables de todo lo que está pasando. El sobrepeso, los trastornos cardiovasculares, la hipertensión, etc. son enfermedades multicomponentes, lo que significa que cualquier factor de riesgo, por sí mismo, no puede ser considerado el causante”, aclara. Sin embargo, “es cierto que la grandísima oferta de procesados insanos, es un problema de salud pública que hay que tratar desde la política y no focalizando únicamente en la responsabilidad individual”, apostilla. 

Respecto a la sentida añoranza que profesan muchos internautas por la comida de sus abuelas, Baladia alega una objeción: “los platos que preparaban, siendo muy ricos, se ajustaban a las necesidades de su época. Me refiero a que entonces no había ascensores y se iba andando a todas partes, y todavía más importante: no había la oferta ilimitada ilimitada de ahora. Si los platos de nuestras abuelas se vendieran hoy día en el supermercado, seguramente tendríamos el mismo problema, ya que en buena parte resultarían demasiado energéticos para el  estilo de vida actual”, augura.

“Para que pudiéramos comer solamente alimentos frescos, deberían cambiar muchísimas cosas, especialmente aquellas que nos afectan como colectivo”, entiende Baladia. Por ejemplo, necesitaríamos un tiempo que la mayoría de gente no dispone para cocinar y comer de otra manera. Asimismo, “habría que regular la publicidad de comida insana, especialmente aquella que tiene como objetivo a los niños, para evitar que los departamentos de marketing condicionen tanto a los consumidores con sus mensajes”, propone.

Por su parte, otros nutricionistas recuerdan que comer únicamente productos frescos, solo se da en algunas sociedades agrarias del Tercer Mundo, ya que en las ciudades de esos mismos países, la mayor parte de los ciudadanos han de recurrir a alimentos procesados, por lo general, muy poco saludables, que proporcionan muchas calorías a cambio de poco dinero. 

Entonces…¿qué se puede hacer? En primer lugar, comer más alimentos frescos, siempre que sea posible, en especial vegetales, pues está comprobado que su consumo frecuente protege de muchas enfermedades. “En este punto no sólo hay consenso, sino, además, varias revisiones de la literatura que sientan evidencias suficientes”, sentencia Baladia.

A su vez, cada vez son más los dietistas-nutricionistas que consideran que las autoridades que velan por la salud pública deberían ayudar a los ciudadanos a tomar decisiones saludables, con independencia de los conflictos de intereses que ocasiona que muchas sociedades científicas estén financiadas (directa o indirectamente) por las multinacionales o por las organizaciones de las que forman parte. Por ejemplo, pese a que asociaciones de dietistas-nutricionistas y organizaciones de consumidores han intentando implantar la obligatoriedad del semáforo nutricional, la presión ejercida por la industria agroalimentaria ha provocado que la petición haya sido rechazada hasta en dos ocasiones en Bruselas.

La propuesta británica de modificar en el Parlamento Europeo el etiquetado nutricional para que los ciudadanos reciban una información más clara del contenido de los productos procesados a partir de tres colores (rojo, ámbar y verde) que informan de una rápida ojeada del contenido en azúcares añadidos, grasas totales, grasas saturadas y sal de cualquier alimento (lo que daría lugar a un número importante de luces rojas en los envases de buena parte de los productos ultraprocesados), fue rechazada después de que la Confederación Europea de Industrias de Alimentación y Bebidas presionara de lo lindo para que el semáforo no se pusiera nunca en rojo.

Baladia sugiere otras medidas comunitarias que podrían contribuir a regular mejor el consumo de productos procesados insanos. Una de ellas podría ser elegir un sistema parecido al de Chile donde, para luchar contra la obesidad, se ha aprobado una normativa que impone límites a los productores. Se trata de indicar claramente en el frontal de los envases si el producto en cuestión es o no saludable. Por este motivo, desde junio de 2016, cuando entró en vigor esta ley, los paquetes de galletas –por poner un caso– han dejado de lucir etiquetas como “100% natural”, “ricas en fibra” y demás artimañas marketinianas, para verse manchadas obligatoriamente, cuando es el caso, por tres sellos negros: alto en azúcares, alto en calorías, alto en grasas saturadas. Ese “alto”, encuadrado en un octógono que recuerda a las señales de stop, informa de manera inconfundible al ciudadano de que lo que va a comerse rebasa de largo la cantidad recomendada de sal, azúcar y grasas y de su posible repercusión en la aparición –o en el agravamiento- de muchas enfermedades crónicas.  

Otros sistemas como Nutri-Score (un semáforo de cinco colores que mide la calidad nutritiva de alimentos y bebidas), también han mostrado en varios estudios tener efectos beneficiosos sobre los patrones de consumo. Por esta razón, la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, anunció el 12 de noviembre que en el plazo de un año el logotipo de cinco colores de Nutri-Score deberá lucir obligatoriamente en los productos del supermercado.

“Otra posible medida –propone Baladia– podría ser gravar con tasas a alimentos e ingredientes insanos”. Por último, otra cosa a cambiar es el tamaño de las porciones. Paulatinamente, los productos menos saludables recurren a incentivos económicos para que los consumidores accedan a tamaños más grandes de comida insana, de manera que adquirir dos porciones comporte gastar mucho menos dinero que adquirir una solamente. “Hacer estos ofertones de comida insaludable, se trate de cadenas de comida rápida o de marcas que venden sus productos en el supermercado, no contribuye a la solución”, entiende Baladia. “Al final, se trata de ayudar al consumidor a elegir productos saludables, sean frescos o procesados”, resume.

  

¿WHAT PERCENTAGE OF PEOPLE'S DIETS ARE PROCESSED FOODS? 

COUNTRY 

%

UK

50.4

Ireland 

45.9 

Germany 

46.2 

Belgium 

44.6 

Finland 

40.9 

Norway 

36.9 

Austria 

35 

Latvia 

32.9 

Malta 

27.6 

Lithuania 

26.4 

Hungary 

21.1 

Spain 

20.3 

Slovakia 

20.2 

Cyprus 

20.1 

Croatia 

17.9 

France 

14.2 

Greece 

13.7 

Italy 

13.4 

Portugal 

10.2 

Fuente: Public Health Nutrition

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