Publicado: Mar, 21/05/2013 - 10:52
Actualizado: Sáb, 31/08/2013 - 13:46
El Museo del Chocolate de Barcelona editó en su día el libro “El viaje del chocolate. La bebida de los dioses” en cuya página 25 puede leerse lo siguiente:
“El primer encuentro de los europeos con el cacao y el chocolatre (xocolatl) se produce en el cuarto viaje de Colón, en 1502. A su llegada a la isla de Guanaja, bautizada entonces como Isla de los Pinos, los indígenas le obsequiaron con esta bebida, pero se la sirvieron en una copa de oro, por lo que le atrajo mucho más el continente que el contenido. Por ello, podemos decir que el verdadero descubrimiento del chocolate no se produce hasta 1519, cuando Hernán Cortés desembarca en México y entra en contacto con Moctezuma II, quien confundiéndole con el dios Quetzalcoatl, le facilita sobremanera la conquista de todo el imperio azteca”.
“Los aztecas atribuían importantes propiedades afrodisíacas al xocoltatl, lo que no pasó desapercibido para los conquistadores, quienes también apreciaban especialmente sus cualidades energéticas. El propio Hernán Cortés, en una carta al emperador Carlos V, destacaba que una sola taza de esta bebida fortalecía tanto a un soldado que podía caminar todo el día sin necesidad de tomar ningún otro alimento”.
(…) “El éxito del cacao y el chocolate hizo que los productores americanos y el reino protegiesen las técnicas de cultivo y elaboración, convirtiéndose todo el proceso en el llamado “secreto de los españoles”, que les aseguraba el monopolio sobre este producto que de forma paulatina iba extendiendo su implantación por Europa”.
(…) “Pero no todo fueron alegrías en la expansión del consumo del chocolate, sino que con su aparición nacieron numerosas polémicas y debates. Una de las polémicas era sobre las propiedades terapéuticas del cacao. Mientras un sector de los médicos de la época defendían su consumo por los efectos nutritivos y constituyentes que ofrecía, otros lo criticaron por entender que era una muestra de relajación moral. También la Iglesia mantuvo una polémica, que se prolongó durante siglos, sobre el consumo de chocolate en periodos de ayuno. Muchos religiosos vieron en el chocolate y sus propiedades nutritivas el remedio para suavizar sus ayunos y abstinencias, ya que se consumía líquido, alegando que “liquidum non fragit jejunium” (el líquido no infringe el ayuno), pero otros se opusieron a ello por pensar que, precisamente por esas cualidades nutricionales, no era una bebida sino un alimento. La solución llegó a ser planteada oficialmente al Papa Pío V que estableció una solución de compromiso, autorizando a tomar chocolate fuera del convento y a los enfermos”.