Publicado: Mié, 30/09/2015 - 08:21
Actualizado: Mié, 30/09/2015 - 10:00
Su nombre sabe a turrón: Soylent, el batido que arrasa en Silicon Valley. Un brebaje beis inventado por Rob Rhinehart, el chaval de 26 años que puedes ver en una de las fotos. Un batido de proteínas que se presenta en cuatro sabores: chocolate, fresa, vainilla y plátano. Unos polvos, en fin, que se mezclan con agua y dan lugar a un mejunje espesito que contiene “todo lo que necesitas para sobrevivir”. Algo así como la Bestia 666 para sibaritas y foodies, a los que aconsejamos tomarse unos huevos benedict antes de seguir adelante.
Sin embargo, la idea es interesante. Resulta que Rhinerhard se dio cuenta a sus 24 años de que no tenía tiempo para comer, todo lo más una pizza y una Coca-Cola grandota, así que pensó: “¿y si cojo la lista de ingestas diarias que recomienda la FDA y lo mezclo todo para crear la comida perfecta, un cóctel inteligente con sus semillitas de linaza, su frutita en polvo, su harinita de soja, sus buenas proteinitas de suero y todos los antioxidantes y minerales que me hacen falta para llevar una dieta sana y estar hecho un pimpollo?”
Solo un año después la “bebida que alimenta” tenía 60.000 clientes y este ingeniero de sistemas empezaba a comerse el mundo. Y es que, de alguna forma, con “Soylent” se hacía realidad una imagen muy persistente de la edad de oro de la ciencia ficción, a saber: en el futuro nos alimentaremos con pastillas, muy especialmente los astronautas. Porque –has de saberlo– al inventor de Soylent no hay nada que le disguste más que perder el tiempo yendo a comprar y luego, claro, que la cocina quede hecha un asco. Así que un buen día notó como se le encendía una bombillita a la altura del cortex, en el manto de tejido nervioso que cubre la superficie de los hemisferios cerebrales, y empezó a comprar a través de Amazon una serie de sustancias químicas en polvo para conseguir algo tan práctico como norteamericano: una “bebida nutricional” que soluciona los requerimientos diarios de una persona. Y todo por, aproximadamente, 2,42 euros la “comida”, una bagatela, vamos.
La idea, en realidad, se aplica desde hace tiempo con vacas, cerdos y gallinas, aunque esto no ha de entenderse como que Rob Rhinehart sea un animal… He aquí lo que anotó Mariano García Rollán en 1990 en la introducción de “Alimentación humana: errores y consecuencias” (editorial Mundi-Prensa, Madrid, 1990):
“Es increíble que el hombre se preocupe tan poco de su alimentación y, sin embargo, alimente a sus animales de granja según las técnicas más modernas, aplicadas por los veterinarios con excelentes resultados. Además de preparar el pienso para un animal en una fábrica moderna, se estudian detenidamente las necesidades de todos los nutrientes, desde aminoácidos hasta vitaminas, para que la ración sea la correcta en relación con la especie animal, el sexo, la edad, etc., y mientras tanto, el dueño de los animales come lo que ponen en la mesa, sin calcular nada, guiándose sólo por el apetito, sin importarle si aquella comida contiene o no todos los nutrientes necesarios”
Desde que apareció esta nueva forma de alimentarse han sido bastantes los nutricionistas que se han pronunciado sobre “Soylent”: Juan Revenga, por ejemplo, ha escrito que las personas que toman durante mucho tiempo el mejunje espesito de color castaño claro patentado por Rob Rhinehart podrían mostrar déficits de minerales y ciclos de estreñimiento y diarrea.
Además, con el paso del tiempo, a los bebedores de “Soylent” parece ser que se les queda la cara de un ligero color gris, casi del mismo tono que pronosticó el escritor de ciencia ficción H.G. Wells que tendría la humanidad en el futuro. Lo que no podía imaginar Wells es que los batidos supercalifragilísticosespialidosos tendrían tanta importancia en nuestros días, pero esta es otra historia.
Por cierto, Rob Rhinehart tomó el nombre de “Soylent” de una película de ciencia ficción titulada “Soylent Green” que en España se estrenó con el nombre de “Cuando el destino nos alcance”. Pues eso, que el futuro ya está aquí. Mientras llega, te recordamos una frase de George Orwell, el autor de “1984”: “lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano” y esto implica regodearse con la textura, el olor y el sabor de las viandas que te ofrece la madre naturaleza, preferiblemente en buena compañía.