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Mejor los alimentos “plebeyos” que los “aristocráticos” superalimentos

Actualizado: Lun, 22/09/2014 - 09:25

Los llamados “superalimentos” se han convertido en las vedettes de la alimentación, en las caras bonitas de los reportajes de las revistas, donde son alabados sin cesar pensando que su consumo garantiza una “supersalud”. Pero se trata de un enfoque sensacionalista. Si se trata de designar a los auténticos héroes de la película, a aquellos que garantizan un final feliz en este thriller de misterio en el que ha acabado convirtiéndose la salud, hay que nombrar necesariamente a alimentos de condición plebeya y procedencia humilde, como el arroz, la patata, el pan, las legumbres, la leche,  el pollo, el pescado azul, los huevos, los frutos secos, el tomate, el melón y, en general, todas las frutas, verduras y hortalizas.

Un ejemplo de “superalimento” es ir en julio o agosto al mercado y hacerse con un kilo de tomate en rama por menos de un euro, aprovechando que están de temporada y embriagarse con su olor (los tomates madurados artificialmente no lo tienen). También, comprar un kilo de sardinas de color negro azulado, dorado en la cabeza y plateado en los costados y el vientre, con todas sus escamas en el sitio, rabiosamente frescas, aprovechando que en verano aumenta la temperatura del agua, el plancton es más abundante y las sardinas comen más, tienen más grasa y están más sabrosas. Un tercer ejemplo es acercarse a un agricultor, cuando más cercano mejor, y llevarse una sandía o un melón por menos de 0,70 euros el kilo, preferiblemente sin una mancha blanca en la cáscara (pues suele indicar que se recogió antes de tiempo) y abrazarse con los sabores de la infancia, cuando los alimentos no viajaban tanto y había muchas más variedades que ahora.

Sin embargo, seguramente por proporcionar muchos nutrientes a un precio asequible, los alimentos que conforman la base de la pirámide alimentaria y que deberíamos de consumir cada día, suelen ser ninguneados en favor de los llamados “superalimentos”: el açai, la chía, el té verde, la quinua, el jengibre, el aceite de cártamo y demás viandas de ascendencia ilustre, casi siempre oriundas de otras latitudes, desde donde nos visitan para darnos lecciones y recordarnos su árbol genealógico, su ascendencia noble y su linaje repleto de antioxidantes, polifenoles, fibra, “fitonutrientes”, minerales…

No nos engañemos: como recuerda European Food Information Council (EUFIC), no hay fundamentos científicos para afirmar que los “superalimentos” son realmente “súpers”, sino que se trata de un invento de los departamentos de marketing y, muy probablemente, de algún publicista al servicio de una empresa de complementos nutricionales al que se le encendió la bombillita tras comprobar que su producto recibía muy buena acogida entre un selecto grupo de roedores o, como mucho, tras analizar experimentos in vitro que se sirvieron de lotes aislados de células humanas. He aquí lo que señala EUFIC al respecto:

“Una cuestión que hay que tener presente al examinar los estudios sobre las «propiedades saludables» de los alimentos es el hecho de que muchos investigadores estudian alimentos aislados. Dado que normalmente la gente consume combinaciones de alimentos, seleccionar y aislar un alimento para estudiarlo no refleja el verdadero consumo de alimentos que realizan los seres humanos. Es más: existen pruebas de que, en algunos casos, el consumo simultáneo de alimentos diferentes puede aumentar la capacidad del organismo para absorber nutrientes. Por ejemplo, el beta-caroteno contenido en las zanahorias y en las espinacas se absorbe más fácil y rápidamente cuando se ingiere junto con una fuente de grasas, tal como una salsa para ensaladas1. Este tipo de pruebas apunta a las ventajas de una dieta basada en una amplia variedad de alimentos nutritivos, frente a las supuestas ventajas de una dieta basada únicamente en un superalimento o en un pequeño conjunto de superalimentos”.

Visto así, habría que reformular la definición de “superalimento” y convenir que solo deberían ser merecedores de este calificativo los alimentos o las combinaciones de alimentos que hay que consumir diariamente para proteger la salud: cereales (preferiblemente integrales) verduras y frutas en abundancia (como mínimo, cinco al día), grasas de buena calidad (como las que proporciona el aceite de oliva o el pescado azul), legumbres y, mucho más esporádicamente, carnes, huevos y, en general, alimentos de procedencia animal.

He aquí otros “superalimentos” con nombres y apellidos: los espaguetis al pesto, los higos con miel y queso feta, el gazpacho, el arroz al horno, las sardinas a la plancha con ajo y perejil, la ensalada de alcaparras y judías verdes, el cuscús con verduras y pasas de Corinto, el pan con tomate y aceite de oliva, las frutas de temporada, las judías blancas con acelgas…

Sin embargo, ello no significa que los pluscampeones del mundo en antioxidantes, minerales, etc. no sean interesantes. En estos tiempos que corren es muy necesario positivizar la alimentación y hacer un hueco a arándanos, bayas del Goji, frambuesas, brotes de soja, zumos de granada, helados de té verde y demás, pues se trata de alimentos excelentes que, tal vez por la publicidad que les acompaña, tal vez por proceder de Oriente y de países exóticos o tal vez por razones que no tienen nada que ver con la nutrición, consiguen “emocionarnos”, algo siempre loable.

Con una única una precisión: ningún alimento, por muy “súper” que sea, puede sustituir a una alimentación saludable. En estos tiempos de “integrismo dietético”, donde tan de moda está ensalzar las virtudes o exagerar los defectos de los alimentos, hay que volver a recordar que casi cualquier alimento o receta que sea del gusto de una persona puede tener cabida dentro de una dieta equilibrada, con la precisión de que algunos manjares pueden comerse a diario (por ejemplo, las frutas y verduras) y otros esporádicamente, alguna vez por semana.

Acabaremos con un postulado ideológico, ahora que tan de moda está creer lo que uno quiere creer con independencia de los hechos. Dado que la etiqueta “superalimento” normalmente sirve de coartada para hacernos pagar un “superprecio”, se podría llegar a argumentar que si se trata de excelencia, no hay mayor “superalimento” que adquirir una fruta, una verdura de temporada, un puñado de boquerones frescos, una miel de romero o cualquier otro manjar saludable a un precio al alcance de cualquier bolsillo.

 

Referencia bibliográfica:

(1) Brown MJ et al. (2004). Carotenoid bioavailability is higher from salads ingested with full-fat than with fat-reduced salad dressings as measured with electrochemical detection. Am J Clin Nutr 80:396–403.

Para saber más:

  1. Oxford English Dictionary, edición en línea, la entrada «superfood», www.oxforddictionaries.com/
  2. Merriam-Webster Dictionary, edición en línea, la entrada «superfood», www.merriam-webster.com/
  3. Informes EUFIC (2009). Directrices dietéticas basadas en alimentos (FBDG) en Europa. http://www.eufic.org/article/es/expid/directrices-dieteticas-basadas-alimentos-Europa/

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