Publicado: Lun, 16/09/2013 - 12:23
Actualizado: Jue, 08/01/2015 - 10:42
Una internauta nos hace llegar lo siguiente: “me han aconsejado que tome algas porque, por lo visto, contienen una alta cantidad de nutrientes importantes. Lo he intentado, pero su sabor no me convence. ¿Creéis necesario que me esfuerce en consumirlas?
El consejo de tomar algas es bienintencionado, pero equivocado. Es verdad que, en general, las algas presentan un notable contenido de determinados nutrientes, pero no es menos cierto que su contenido en yodo suele ser alarmantemente alto. El yodo es un mineral que, en exceso, es peligroso (puede causar problemas tiroideos). Un ejemplo: un solo gramo de la alga kombu o hierba de mar, multiplica por 5 y por 8, respectivamente, el límite máximo de consumo de yodo establecido por las autoridades sanitarias. Algo similar ocurre con otras algas como wakame, nori, dulse, etc.
Es fácil encontrar artículos que obvian esta cuestión. Así, el “European Food Information Council” (EUFIC) detalla una serie de algas que forman parte de la dieta tradicional de las comunidades costeras. Por ejemplo, EUFIC señala que las algas verdes como la “lechuga de mar” y la “hierba marina”, habituales en las costas de Gran Bretaña, Irlanda y Escandinavia, puede comerse crudas en ensalada o cocinarse en forma de sopa. No obstante, según datos tomados del número de diciembre de 2007 de la revista científica Nutrition Reviews, la cantidad de yodo que aporta una ración estándar de 8 gramos de lechuga de mar (910 microgramos de yodo) está por encima del límite superior de ingesta de yodo establecido por las autoridades sanitarias, es decir, el límite a partir del cual dicho yodo puede generar efectos adversos en la salud de los consumidores, que es de 900 microgramos/día. En el caso de la hierba marina, el caso es aún peor, ya que aporta 43.030 microgramos, es decir, se multiplica por 8 el límite superior de ingesta.
Sucede algo similar con otras algas comestibles como el hijiki, el “espagueti de mar” y el musgo irlandés. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas en inglés), indica que las algas marinas producidas en China, Japón, Filipinas, Corea y el Extremo Oriente en general, pueden tener un contenido "extremadamente alto de yodo". Esto es más grave en el caso de algas que se comercializan desecadas. Por lo que se refiere a España, uno de los cultivos estrella es la lechuga de mar (“ulva lactuca”), una alga que crece de forma natural en zonas poco profundas del Mediterráneo y del Atlántico. Sin embargo, lo más habitual es que las algas marinas se comercialicen deshidratadas, en salmuera o en polvo.
Sea como fuere, lo que debemos recordar es que el consumo habitual de la mayor parte de algas comestibles presentes en el mercado puede ser perjudicial para la glándula tiroides. Numerosas "dietas" promueven un alto consumo de algas, como la Dieta Milf, analizada por Comer o no Comer en mayo de 2013, o como la dieta macrobiótica, esa que divide los alimentos en función de una invención acientífica llamada yin y yang y que, como detalla el libro "No más dieta" "invoca entes inmateriales inaccesibles a la investigación empírica, como las relacionadas con la energía sobrenatural". Tales dietas se olvidan de mencionar que estudios reflejan esta cuestión, como uno aparecido en mayo de 2009 en la revista The Journal of clinical endocrinology and metabolism. Se sabe que la población japonesa tiene una mayor adaptación metabólica a altas ingestas de yodo a causa de una tradición en la ingesta de algas, pero incluso así, la cantidad de japoneses con problemas relacionados con la excesiva ingesta de yodo es elevada, como reflejan tres investigaciones, una aparecida en junio de 2008 en Thyroid, otra recogida en el número de octubre de Thyroid Reseach, y otra publicada en mayo de 2012 en European Journal of Cancer Prevention
La prevalencia de déficit de yodo en España es muy alta. En tal caso, una alta ingesta de yodo puede provocar hipertiroidismo o hipotiroidismo.
Esto es particularmente preocupante en embarazadas y en niños. Pero la cosa no acaba aquí, porque la cantidad de yodo en las algas es muy variable, tal y como constató el número de octubre de 2004 de la revista “Thyroid”. Es decir, puede que su contenido en yodo sea o bien inferior, o bien muy superior, así que debemos aplicar el conocido “principio de precaución”: ante la duda, lo mejor es presuponer la peor de las situaciones. En el libro “Secretos de la gente sana” encontramos esta tabla que ilustra qué algas se desaconsejan para un consumo habitual.
Algas cuya ingesta habitual está desaconsejada debido a su alto contenido en yodo | |
Nombre en latín | Nombre común |
Laminaria Digitata | Kombu ó Konbu |
Acophyllum nodosum | Egg crack |
Himanthalia elongata | Espagueti de mar |
Undaria pinnatifida | Wakame |
Porhyra umbilicales | Nori |
Palmaria palmata | Dulse |
Chndrus crispus | Musgo de Irlanda |
Ulva lactuca | Lechuga de mar |
Enteromorpha (Ulva) intestinales | Hierba de mar |
Según informó “Consumer” hace ya un tiempo, hay que tener en cuenta que no todas las algas marítimas (hay unas 25.000 especies conocidas) son comestibles. Y también que “uno de los principales riesgos asociados a las algas destinadas al consumo humano es su capacidad para acumular tóxicos, sobre todo arsénico”.
En definitiva, no te fuerces nunca a comer algo cuyo sabor no te convence y busca alternativas que te resulten más apetecibles. Y no hagas caso tampoco de algunos “cantos de sirena” (por aquello de las algas…) que las presentan como el nuevo “oro verde” o que ensalzan su “poder reductor, incluso comiendo lo que quieras” (por emplear la terminología de ciertas dietas milagro…) o sus propiedades “desintoxicantes” y “anticelulíticas”: por muy alargadas que sean las algas, si adelgazas con ellas es porque comes menos que antes y cuidas más tu estilo de vida y no porque “permitan una eliminación constante de residuos”, “porque regulan el funcionamiento de la glándula tiroides, responsable de que se quemen los hidratos de carbono que ingerimos” y demás paparruchas parecidas de los que intentan hacer negocio a tu costa.
Bibliografía:
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