Publicado: Mié, 20/01/2016 - 09:41
Actualizado: Mié, 20/01/2016 - 17:11
Los más viejos del lugar es posible que todavía se acuerden. Ocurrió a comienzos de los años 80. Fue entonces cuando comenzó a circular por España una lista fotocopiada que detallaba una serie de aditivos cancerígenos que acabaría colgada en miles de neveras.
La presunta fuente que había redactado la lista era el hospital de Villejuif (Francia), por aquel entonces uno de los centros más prestigiosos en el estudio del cáncer. Curiosamente, hoy día es posible encontrar listas prácticamente calcadas por internet que distinguen entre aditivos no nocivos, sospechosos y ¡peligrosos! (escrito entre exclamaciones), cuando no les asignan calaveras y emoticones sonrientes, algo que siempre queda muy guay. El problema es que los rumores siempre encuentran un público fiel para reproducirse como conejos. Pero vamos con la historia.
“He adquirido en supermercados y tiendas de comestibles, leche, bebidas, zumos de fruta, margarinas, precocinados, etc. El envase de cada uno de ellos detalla sus ingredientes, además de una indicación en clave de sus conservantes o mejorantes. También he averiguado que las sustancias añadidas a estos productos se clasifican en inofensivas, a evitar, peligrosas y cancerígenas. Son cancerígenas, según investigaciones realizadas en el hospital de Villejuif, el mayor centro para el estudio del cáncer en Francia, las que se citan a continuación: E-102, E-120, E-123, E-124, E-127, E-150, E-220, E-226, E-230, E-250, E-251, E-252, E-311, E-330, E-339, E-407 y E-450”
Esta carta publicada en el diario “La Vanguardia” el 8 de marzo de 1986, que firmaba un tal Sebastián Palou, sería contestada días después por Agustín Contijoch, a la sazón presidente de la Asociación de Fabricantes y Comercializadores de Aditivos y Complementos Alimentarios, más tarde por Roberto Mercader –13 de marzo de 1986– y finalmente, dado que la polémica iba en aumento, por Pere Mercader, director de Salud Pública de la Generalitat de Catalunya –4 de abril de 1986–.
Tanto ellos como millones de españoles habían tenido en sus manos una lista fotocopiada que detallaba los efectos secundarios de una serie de aditivos. En la referida relación, hasta un total de 34 conservantes, antioxidantes, emulsionantes, gelificantes, etc. eran considerados malignos para la salud, entre ellos el E 330, “el más peligroso de todos. Perturba la digestión. Se encuentra –apuntaba la celebérrima lista– en la Schweppes de limón, aperitivos y quesitos de La Vaca que Ríe”.
La leyenda sobre estos abominables productos químicos se había gestado en 1976 en Francia, cuando empezó a circular una octavilla –más detallada que su homónima española– donde se sugería que un buen número de marcas eran potenciales asesinas, entendiendo por tal aniquilar premeditadamente -gota a gota– a sus potenciales clientes.
Según algunos estudios efectuados en Francia, la lista cancerígena llegó a siete millones de franceses, muchos de los cuales quedaron “envenenados” por el infundio. Así, desde que en 1976 se tuvo por primera vez constancia del suceso, hasta 1986, cuando la polémica irrumpió en España con el frescor salvaje de los limones del Caribe, lo que en principio fue un rumor se convirtió en una leyenda urbana de la que estaban al corriente en Amsterdam, Berlín, París y Praga.
Pero lo más curioso del caso es que el E-330, el inocente ácido cítrico de limones y naranjas, fue considerado Belcebú in person. Tal vez ello y el consiguiente descrédito, llevó al presidente del hospital de Villejuif, Maurice Tubiana, a tener que declarar a la prensa: “Todos los científicos que han leído la lista no han podido reprimir la risa ante tal sarta de tonterías”.
En realidad, los desmentidos que hizo en aquel momento y en años posteriores (como puedes comprobar aquí) el Instituto Gustave-Roussy de Villejuif no sirvieron de nada, hasta tal extremo que fueron varios los periódicos que publicaron la lista sin verificarla. Incluso se llegó al punto de que un médico que escribió en 1984 una obra divulgativa sobre el cáncer la incluyó íntegra, tejiendo una larga sombra sobre productos como La Vaca que Ríe o la mostaza Amora.
En España ocurrió otro tanto y lectores como Santiago Alaez siguieron publicando cartas a lo largo de 1986 donde se imploraba a las autoridades para que el “organismo competente y responsable haga una declaración oficial, en castellano corriente, sobre el peligro y la inocuidad de los alimentos”.
Pues bien, tachín tachán, tenemos una última hora. En una reciente conversación en el Campus de Alimentación de Torribera de la Universidad de Barcelona con Mari Carmen Vidal, catedrática de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia y autora de “¿Sabemos lo que comemos?: salud y seguridad alimentaria” (editorial RBA), esta alumna aventajada de Abel Mariné, nos contó lo que sigue:
“Hoy sabemos que la lista de Villejuif fue la forma de vengarse de unos trabajadores de la Schweppes que fueron despedidos al cerrar una planta de esta compañía, lo que les llevó a copiar la lista de aditivos que utilizaba su empresa y a difundirla para dañar su reputación”.
En efecto: al parecer, varios trabajadores de la Schweppes, algunos dicen que de una fábrica francesa, mientras que otros la sitúan en Holanda, probablemente en 1976, coincidiendo con una huelga que afectó a esta firma de bebidas carbonatadas, se hicieron no se sabe bien cómo, con un membrete del departamento de Oncología del Hospital de Villejuif –recuerda Mari Carmen Vidal– y redactaron un panfleto en el que procedieron a copiar todos los aditivos que utilizaba su empresa para, acto seguido, hacer correr la voz de que eran cancerígenos. De ahí que en la primera lista hubiera una pista que tal vez pudiera haber llevado hasta sus autores: “el E 330 se encuentra en la Schweppes de limón”. Posteriormente, esta lista fue cambiando de nombre en cada país. En España, por ejemplo, se distribuyó como la “Lista del Hospital de Majadahonda”.
Curiosamente, hoy es posible encontrar multitud de listas parecidas que abusan de la credulidad de la buena gente, aunque Jacob Schweppe, el joyero alemán del siglo XVIII y científico aficionado que se dedicó a estudiar los efectos del aire en el agua hasta crear la primera industria de bebidas azucaradas moderna, no tenga nada que ver en este asunto, sino, más bien, los talibanes del veganismo y de la dieta paleolítica, confirmando que los extremos se tocan.
Hasta aquí, queridas amigas y amigos, esta bonita historia. Por cierto, si os interesan las listas “comme il faut” de aditivos, Miguel Ángel Lurueña, alias “Papyrus”, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, y, por lo demás, autor del estupendo blog “Gominolas de Petróleo”, nos ha regalado varias listas preciosas (y reales como la vida misma), aprovechando que hace poco hablamos con él, entre otras cosas, de la lista de Villejuif. Lo dicho: ¡muy buen año 2016 a todas y todos!
Más información:
- Legislación que regula los aditivos:
https://www.boe.es/doue/2011/295/L00001-00177.pdf
- Web fiable de consulta de aditivos:
https://webgate.ec.europa.eu/sanco_foods/main/?event=display
- Listado de aditivos permitidos en los alimentos ecológicos:
https://www.boe.es/doue/2008/250/L00001-00084.pdf
- Más info sobre aditivos:
http://www.aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/home/aecosan_inicio.shtml
http://ec.europa.eu/food/safety/food_improvement_agents/index_en.htm