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Las medias verdades del colesterol

Actualizado: Vie, 12/07/2019 - 11:34

Las medias verdades del colesterol

La pretendida relación del colesterol con una mayor prevalencia de los trastornos cardiovasculares, está dividiendo a los científicos y confundiendo a la opinión pública, que cada vez anda más perdida respecto a lo que significa “tener el colesterol alto”. Pero hay más preguntas: ¿las estatinas funcionan, realmente? ¿es posible tomar tantos huevos como se quiera?

El pasado 11 de junio de 2019, el periodista Antonio Ortí, uno de los impulsores de “Comer o no Comer”, publicó un artículo en la revista “Buena Vida” que reprodujo la web de “El País”, que se convirtió en el segundo más leído del día, tras el triunfo de Rafael Nadal en Roland Garros. 

A continuación te ofrecemos la versión extended de dicho artículo, ya que algún pequeño párrafo que escribió Ortí no pudo ver la luz por falta de espacio:

A finales de la década de 1970, rememora Pedro Mata, presidente de la Fundación de Hipercolesterolemia Familiar y anteriormente director de la Unidad de Lípidos de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, comenzó a propagarse erróneamente que el aceite de girasol era mucho más apropiado que el de oliva para prevenir trastornos cardiovasculares, que consumir pescado azul podía ocasionar serios problemas y que era desaconsejable comer más de tres huevos a la semana. Sin embargo, desde entonces han surgido nuevas evidencias científicas que sugieren que las grasas fueron condenadas al Purgatorio sin haber tenido un juicio justo, máxime después de conocerse que algunas empresas norteamericanas relacionadas con la industria azucarera habían financiado estudios científicos para poner el foco de atención sobre las grasas y retirarlo de los dulces y las bebidas azucaradas. Ya lo dijo el endocrino y pensador español Gregorio Marañón: “no hay parte de la medicina más mudable ni asentada sobre cimientos más movedizos que la ciencia de la dietética; no pasa año en que no cambie algo fundamental”. Marañón podría, incluso, haber añadido que en ningún sector como en la alimentación concurren intereses económicos tan poderosos y pugnas ideológicas tan enconadas para apropiarse de un concepto tan resbaladizo como la “verdad”.

Aquellos barros han traído ahora otros lodos. En los últimos años, por ejemplo, un grupo de investigadores ha comenzado a cuestionar el conocimiento científico existente sobre el colesterol y las estatinas (uno de los grupos de fármacos que ayudan a reducirlo), lo que ha alentado diversas teorías de la conspiración, siendo la más conocida que los investigadores que apoyan el uso de estatinas han sido comprados por la industria farmacéutica. 

Sin embargo, sobre algunos de los impulsores de esta teoría, caso de los partidarios de la dieta Paleolítica (y, así, de consumir grasas animales sin moderación), también comienzan a recaer sospechas. “Se está diciendo que la industria del azúcar está detrás de todo esto, pero siguen habiendo datos muy consistentes para apoyar que el colesterol malo o LDL tiene efectos negativos sobre la salud. Las pruebas están ahí, no es que antes estuviera todo mal y ahora la verdad esté encima del tapete”, recalca Eduardo Baladia, responsable del Centro de Análisis de la Evidencia Científica de la Academia Española de Nutrición y Dietética. “Hay indicios de que también la industria láctea y la industria cárnica están moviendo sushilos para convencer a la opinión pública de que consumir grasas no representa ningún problema”, salpimienta.

Otro tanto opina Pedro Mata. “El negacionismo del colesterol es una forma de escepticismo que conduce a la pseudociencia. Paradójicamente, quienes niegan el papel del colesterol en los trastornos coronarios, promueven tomar determinadas sustancias que ellos llaman ´naturales´ para reducirlo. Entonces…¿en qué quedamos? Evidentemente, hay mucha industria paralela interesada en que el colesterol no se trate con medicación sino con parafarmacia”, alerta. 

La tranquilidad es breve en casa del inquieto, ya se sabe, pero con lo que nadie contaba es que incluso dos de las más prestigiosas revistas en investigación biomédica, el British Medical Journal y The Lancet, iban a ocupar trincheras opuestas en este enfrentamiento. Así, mientras el British Medical Journal se ha alineado con quienes defienden que las estatinas no son un sanalotodo, el editor de The Lancet, Richard Horton, ha llegado a afirmar que el daño causado por los críticos del colesterol y de las estatinas está siendo similar al provocado por un artículo publicado por esta revista en 1998 que relacionaba las vacunas con el autismo, lo que acabó provocando una disminución espectacular de las vacunaciones en el Reino Unido. A pesar de que posteriormente centenares de investigaciones clínicas descartaron cualquier vínculo, todavía en 2017, diecinueve años después de aquel episodio, algunos partidarios de la medicina “alternativa” y personajes famosos como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, o el presentador Javier Cárdenas, seguían defendiendo esta conexión.

Sin embargo, es posible que no exista una única “verdad” sobre el colesterol y las estatinas, sino varias “verdades” complementarias. Por empezar desde el principio, aunque tener niveles elevados de ciertas partículas que contienen colesterol en sangre puede ser peligroso, el colesterol no es malo de per se. Gracias a este lípido, las membranas celulares se conservan en buen estado, así como algunas hormonas, como el estrógeno o la testosterona, pueden sintetizar la vitamina C. Asimismo, aunque el exceso de colesterol malo (LDL) puede aumentar el riesgo de infartos y otras enfermedades cardiovasculares mortales, especialmente al conjugarse con factores de riesgo (tabaquismo, sedentarismo, hipertensión, etc.), el cerebro produce su propio colesterol y, dentro de este órgano, resulta esencial para mantener las neuronas sanas. 

Entonces…¿importa tener el colesterol un poco alto?

“Sí importa, claro, aunque luego hay que individualizar cada caso”, responde Mata. En términos generales, argumenta Mata, lo deseable es que el colesterol total se sitúe en adultos por debajo de 200 miligramos por decilitro de sangre, mientras que a partir de 240 mg/dl hay que empezar a tomárselo en serio y acudir al médico. Por lo que se refiere al colesterol malo o LDL, por debajo de 129 mg/dl se considera que la tasa es buena, mientras entre 160-189 mg/dl es ya alta y a partir de 190 mg/dl muy alta. Sin embargo, estos valores de referencia, similares a los existentes en otras enfermedades como la hipertensión o la diabetes, deben ser analizados individualmente por el médico, en tanto una persona puede tener el colesterol alto y no tener otros factores de riesgo (como fumar, llevar una vida sedentaria, tener más de 55 años, comer muchos productos ultra-procesados o haber padecido un episodio cardiovascular) y, al contrario, tener el colesterol en un nivel óptimo y estar en riesgo coronario por concurrir otras circunstancias. “Este debate recuerda a cuando se decía que Winston Churchill fumó durante toda su vida y murió con 90 años, probablemente porque contó con algún condicionante genético de protección personal, pero esta no es la regla general”, avisa Mata. 

¿Hasta qué punto influye la alimentación en el colesterol?

El colesterol que contienen algunos alimentos no influye tanto como se pensaba hace cuarenta años en el aumento del colesterol plasmático total (se estima que solamente el 15%-20% del colesterol sanguíneo proviene de la alimentación y que el organismo sintetiza el 80-85% restante). “En general, no hay que preocuparse tanto del colesterol de la dieta –interviene Oihana Monasterio, integrante del Grupo de Especialización Clínica de la Academia Española de Nutrición y Dietética– porque son otras sustancias, como las grasas hidrogenadas y el azúcar (en lugar de las grasas saturadas, a las que se les consideraba hasta ahora las principales culpables), las que parecen influir más, no ya en el colesterol total, que parece no ser un buen predictor de la enfermedad cardiovascular, sino en un mayor riesgo coronario”, detalla.

Es el caso, por ejemplo, de algunos aceites vegetales, como el de coco o el de palma, ricos en ácido esteárico y palmítico, respectivamente, muy utilizados en la bollería industrial y en la elaboración de alimentos ultra-procesados.

“Aunque se le había dado mucha importancia a la dieta, lo que se está viendo ahora es que las personas con barrigas prominentes y exceso de peso a nivel visceral tienen niveles de colesterol en sangre muy elevados. La alimentación no solo es para controlar la ingesta de colesterol, sino también para disminuir la obesidad que está causando este colesterol alto”, apostilla Baladia.

Aunque hubo un tiempo en que todas las grasas entraban en el mismo saco, fuera cual fuera su origen, hoy se sabe que no todas tienen el mismo efecto. Las peores, en este sentido, no son las grasas saturadas, sino las grasas trans o hidrogenadas. O lo que es lo mismo: es el proceso de elaboración del producto el que convierte a la grasa en mala.

¿Cuántos huevos se pueden comer al día?

Frente al antiguo dogma de que el colesterol del huevo es casi un pasaporte al infarto, hoy una nueva verdad científica asoma por el cascarón: cualquier persona sana puede comer de forma segura un huevo diario. Sin embargo, no hay motivos para echarse las manos a la cabeza: a diferencia de muchas pseudoterapias sin aval científico como la homeopatía o la cirugía energética (sic), que siguen sosteniendo los mismos postulados desde hace cientos de años sin cambiar ni una sola coma de su discurso, el conocimiento científico existente se renueva periódicamente a la luz de cada nueva evidencia que se descubre, siendo el ejemplo de libro los huevos.

En este sentido, hoy se recomienda reemplazar el consumo de carne roja por alimentos asimismo proteicos pero con un perfil más saludable, caso de los huevos, el pescado o las legumbres. Pedro Mata indica que es posible elegir entre una yema o dos claras al día. Eso sí, si la persona sufre hipercolesterolemia familiar, una enfermedad hereditaria que se expresa desde el nacimiento y que afecta en España a unas 190.000 personas, el consumo recomendado es de cuatro huevos a la semana, como máximo.

¿Funcionan las margarinas, las galletas y los yogures para rebajar el colesterol?

La “Guía de práctica clínica sobre el manejo de los lípidos como factor de riesgo cardiovascular”, editada por el Ministerio de Sanidad, no recomienda utilizar suplementos de fitosteroles (las plantas no fabrican colesterol, sino fitosteroles, cuya estructura química es similar; cuanta mayor es la cantidad de fitosteroles, sean esteroles o estanoles, menos colesterol absorbe el organismo) en la prevención de la enfermedad cardiovascular. Dicho en palabras del dietista-nutricionista Julio Basulto, “no está nada claro que esa reducción del colesterol tenga una relevancia clínica significativa en la salud cardiovascular, ya que no hay estudios suficientemente bien diseñados que así lo pongan de relieve”. Sobre este particular, Baladia explica que, en ocasiones, se comparan los supuestos beneficios que experimentan algunas personas al consumir estos yogures, margarinas y galletas con grupos que no los toman, “cuando lo lógico sería ponderar su eficacia en relación al fármaco de referencia para combatir el colesterol elevado, las estatinas”. Dicho en otras palabras, si una persona tiene el colesterol muy alto, además de otros factores de riesgo coronario, lo recomendable, al tratarse de una urgencia, es tomar estatinas (u otro fármaco similar), habida cuenta de que, según el conocimiento científico existente, es el mejor remedio farmacológico para bloquear, disminuir o ralentizar la producción propia de colesterol. Ahora bien, si no existe una urgencia, lo mejor es introducir cambios en el estilo de vida (practicar actividad física, dejar de fumar, disminuir el consumo de productos ultra-procesados, etc.) y no intentar poner un parche en forma de yogur o galleta.

¿Por qué la curva de mortalidad cardiovascular se mantiene estable si desde 1990 miles de personas han empezado a tomar estatinas?

Esta es una de las preguntas estrella que plantea el documental televisivo “Colesterol, el gran engaño”. Según se aprecia en este reportaje que ha cosechado encendidos parabienes entre los partidarios de los remedios “naturales” y la botica de la abuela, en una gráfica del año 2004 se observa que, a pesar de haberse prescrito estatinas a miles de británicos desde el año 1996, la curva que refleja el número de hospitalizaciones registradas por infarto en el Reino Unido se ha mantenido plana, lo que lleva a concluir al cardiólogo Michel de Lorgeril en un momento dado del reportaje: “obviamente, si las estatinas fueran eficaces en la prevención del infarto, habríamos visto una disminución en las hospitalizaciones por infarto y no es eso lo que vemos”. A título informativo, Lorgeil es autor de libros como “Alcool, vin et santé” (donde sostiene que consumir alcohol con moderación es protector) y “Analyse scientifique de la toxicité des vaccins” (obra en la que se pregunta si es racional un programa sistemático de vacunación y cuáles son las complicaciones posteriores a la vacunación, sobre todo en el sistema inmunológico del bebé), además de otros libros relacionados con lo que denomina “la horrible verdad acerca de los medicamentos anti-colesterol”.

No obstante, puede que la explicación a la gráfica que blanden los negacionistas del colesterol sea sencilla: si miles de personas no hubieran comenzado a tratarse con estatinas desde la última década del siglo XX, la curva de morbimortalidad cardiovascular, explica Mata, no se hubiera mantenido estable, sino que hubiera tendido a apuntar claramente al norte geográfico, debido al imparable aumento de las tasas de sobrepeso que se registran en Reino Unido desde 1995 (en el año 2007 los británicos ya eran los más obesos de Europa por el elevado consumo de alcohol y por no comer casi fruta y verdura) y por una mayor prevalencia de la diabetes y la hipertensión, entre otras patologías. “Esta es la explicación de que la curva de la gráfica de hospitalizaciones por infarto se haya mantenido estable”, indica Mata, quien por la década de los 90´s trabajaba en el Human Nutrition Research Center de Boston.

Baladia apunta otra posible causa: “también se dice que existe una correlación entre la cifra de ahogamientos que se producen en Estados Unidos y el número de películas rodadas por Nicolas Cage” (como informó el 22 de julio de 2016 “Buena Vida”). “Pero resulta –prosigue– que son dos curvas de la misma población puestas una encima de la otra en esta gráfica. Simplemente la gente a la que la mortalidad se le mantiene plana no es la misma que la que toma estatinas. Cuando se recetan estatinas a sujetos de riesgo, los pacientes se mueren menos”, sentencia.

¿Debería creer que el colesterol es un gran engaño y renunciar a medicarme? 

No. El pasado mes de marzo se presentó un nuevo trabajo en la revista Journal American College of Cardiology que identificó una proteína que cuadruplica el riesgo de enfermedad cardiovascular. La molécula en sí es una proteína unida a una partícula de colesterol malo (LDL) que tiene un efecto inflamatorio de la pared arterial y acelera la ateroesclerosis y trombosis.

Eso sí, demonizar a las grasas ha tenido como resultado que bastantes personas hayan renunciado a consumirlas para decantarse por los carbohidratos simples, con lo que el remedio ha sido peor que la enfermedad. Sin embargo, del mismo modo que los negacionistas del colesterol piden distinguir entre las grasas saludables y las que no lo son, otro tanto cabe decir de los hidratos de carbono: no todos ellos son Belcebú. Lo que sucede, explica Mata, “es que ya no se toma fruta, sino zumo y que en lugar de cereales integrales, se prefiere la bollería y, claro, los azúcares refinados tienen un efecto perjudicial, porque tomamos muchos sin darnos cuenta y, al final, inhiben la sensibilidad a la insulina”, detalla. Con un problema añadido: “los alimentos que son ricos en carbohidratos refinados lo son también en ácidos grasos trans”, añade. Así pues, la mejor estrategia es priorizar los alimentos con mejor perfil de los tres macronutrientes existentes y evitar los peores (las grasas trans, los carbohidratos refinados y las proteínas que suministran las carnes procesadas y los embutidos).

Respecto al colesterol, a medida que ha avanzado el conocimiento científico se sabe que no siempre tiene sentido hablar del colesterol total, sino de las dos lipoproteínas que se encargan de transportarlo de un lado a otro y que, juntas, constituyen el “colesterol total”, es decir, del colesterol malo (LDL por sus siglas en inglés) y bueno (HDL). En cuanto a las estatinas, siendo cierto que, como recalca Oihana Monasterio, en muchos casos se recetan en demasía, no lo es menos que gran parte de la comunidad científica considera que han probado sobradamente su eficacia. Sin ir más lejos, en 2017 una revisión publicada en The Lancet estimaba que estos tratamientos evitaban alrededor de 80.000 infartos e ictus cada año. 

Se ha escrito mucho también sobre los efectos secundarios de las estatinas y hay evidencia de que pueden llegar a provocar dolor muscular, aunque no en las proporciones alarmantes que apuntan los escépticos del colesterol. Tal y como señalaba Rory Collins, profesor de la Universidad de Oxford, en un artículo de “The Guardian”, “la gran mayoría de los efectos secundarios (de las estatinas) se pueden revertir si se suspende el tratamiento, pero los ataques cardiacos causan un daño permanente”. 

Aunque hay miles de investigaciones sobre el colesterol que ofrecen en ocasiones resultados discordantes, hay algo que no se discute: la presencia de altos niveles de colesterol malo en sangre aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular. Quedan algunos problemas, eso sí, por solucionar. Algunos investigadores, por ejemplo, defienden que el nivel de LDL debería sustituirse (o complementarse) por la llamada apolipoproteína B (apoB), una proteína que actúa como transportadora del LDL. No obstante, esto no niega la verdad subyacente: hasta que no se demuestre lo contrario, tener el colesterol alto aumenta el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, la principal causa de muerte en el mundo, incluso para los escépticos del colesterol.

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